Federico García Lorca murió joven. Lo asesinaron en 1936, cuando apenas contaba con 38 años. Pero a esa edad el poeta y dramaturgo español, quien nació en Fuente Vaqueros, Granada, en 1898, era ya dueño de una vasta obra literaria.

En su producción destacan obras de teatro, canciones y libros de poesía como Romancero gitano, que publicó en 1928, y Un poeta en Nueva York, que vio la luz en 1940, después de la muerte de su autor.

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Estos dos célebres poemarios se incluyen en el volumen 7 de la Biblioteca de la Literatura Universal de Diario EL UNIVERSO, que circulará mañana en todo el país a un costo de $ 2,99. Los lectores pueden pedir el libro a su canillita o adquirirlo en las agencias del diario, librerías y supermercados.

De esta forma los ecuatorianos tendrán en su hogar la palabra de este hombre que supo hacer suyos los grandes temas del ser humano, como el amor, la vida, la muerte y la libertad. Sobre todo esta última, de la que era un apasionado defensor, tanto en su existencia personal, como en sus obras.

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García Lorca fue hijo de un terrateniente liberal y en su infancia estudió música, lo que quizá le otorgó una sensibilidad especial. En su juventud estudió filosofía y leyes en la Universidad de Granada, pero pronto prefirió dedicarse a la literatura y el teatro.

En Madrid hizo amistad con unos jóvenes llamados Salvador Dalí, Luis Buñuel y Rafael Alberti, cuyos nombres son hoy símbolos del arte español, junto con el de García Lorca.

En 1921 publicó su primer poemario, pero fue su libro Romancero gitano el que le dio fama en toda España. Según se dice, desde entonces se lo conoció como “el poeta gitano”. En 1929, un año después de la publicación de este libro, se trasladó a Nueva York, ciudad que lo inspiró para escribir una nueva obra. En esa tierra encontró el germen de Poeta en Nueva York, que permaneció inédito por aproximadamente una década.

Cuando regresó a España, García Lorca creó la compañía de teatro La Barraca, con la que recorrió  campos y ciudades. Escenificó obras de grandes dramaturgos y también algunas de su autoría. En sus trabajos dramatúrgicos se percibe una solidaridad con las mujeres. Expone de manera convincente el mundo de incomprensión en el que vivían.

Como ejemplo vale citar Bodas de sangre, Yerma y la que es quizá su obra más representada, La casa de Bernarda Alba, a la que muchos le endilgan el calificativo de la obra maestra del poeta y dramaturgo granadino.