Científicos ecuatorianos y belgas lograron un método de diagnóstico que tiene una efectividad del 98%. Es único en el mundo.

Washington Benítez tiene 51 años y un sueño por el que lucha todos los días. Este médico lojano busca erradicar del Ecuador dos de las enfermedades más graves entre las parasitosis humanas: la teniasis y la cisticercosis.

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La suya es una cruzada científica y social que se convirtió en una lucha personal en 1997. La muerte de su hermano –a causa de la cisticercosis– lo sorprendió justo la víspera de que iniciara el proyecto piloto para el ‘Estudio del Complejo Teniasis Cisticercosis en los Andes del Ecuador’.

“Decidí hacer por la gente lo que no alcancé a hacer por mi hermano”, dice con voz pausada, afectado por los recuerdos.

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Cinco años después de iniciado el proyecto, los resultados están a la vista. El equipo dirigido por Benítez desarrolló, junto con el Instituto de Medicina Tropical de Amberes (Bélgica), un método de diagnóstico que permite identificar la presencia del parásito en personas y animales con una precisión del 98%.  La especificidad y sensibilidad de otros métodos de detección varía entre el 30% y el 75%.

Es un sistema único en el mundo. “El método lo desarrollamos junto con el Instituto de Medicina Tropical, pero fue aquí donde lo pusimos a punto”, explica.

El procedimiento es sencillo y de bajo costo para los usuarios. Se extrae una muestra de cinco mililitros de la sangre del paciente, se la somete a procesos de sedimentación y centrifugación y al análisis con dos anticuerpos monoclonales (una combinación de moléculas de dos células distintas fabricada en laboratorio). En dos horas y media se conocen los resultados.

Si el análisis es positivo, la persona está contaminada con cisticercosis. La ciscitercosis humana se produce cuando la persona ha ingerido huevos de tenia a través de aguas de riego infestadas o de carne de cerdo contaminada con los huevecillos. Los cisticercos pueden alojarse bajo la piel o en los ojos, pero la parasitosis más común en el medio se presenta en el cerebro. Es la temida neurocisticercosis, a menudo mortal.

El impacto subregistrado
“Esta enfermedad sigue siendo prevalente en la mayoría de provincias del país, en todas donde se han hecho estudios”, dice el experto.

Y es una enfermedad subregistrada, según las investigaciones del equipo científico que lidera Benítez. El Ministerio de Salud Pública reportó que en 1999 la cisticercosis humana se presentó casi en dos habitantes de cada 100.000.

Sin embargo, los investigadores encontraron índices de parasitosis de entre el 1% al 3,5% en provincias como Loja, una de las más afectadas por esta enfermedad.

En Quito, el departamento de Estadísticas del Hospital Eugenio Espejo registró 435 casos de neurocisticercosis entre los pacientes tratados en el departamento de Neurología entre 1987 y 1997. Según estimaciones del Centro, entre 1998 y 1999 murieron más de cien personas por neurocisticercosis no tratada a tiempo.

Un portador de huevecillos
La teniasis, en cambio, se produce cuando el hombre consume carne de cerdo con cisticercosis (también conocida como triquina o arvejilla) y luego de dos a tres meses se desarrolla en su organismo un gusano anillado que puede medir hasta ocho metros de largo. Este parásito logra vivir hasta 25 años en el intestino. Un sencillo examen coproparasitario, que también se realiza en el centro de investigaciones, permite detectar la presencia de teniasis.

La persona contaminada con teniasis se convierte en un foco de infección, pues el parásito expulsa diariamente, a través de las heces, de tres a siete anillos en los cuales se encuentran entre 40 y 60 mil huevecillos.

Si las heces fecales infestan el agua de riego o son consumidas directamente por los cerdos que deambulan al aire libre, los huevecillos llegarán al organismo causando la cisticercosis. Esa persona también puede transmitir directamente a otra los huevecillos si no se lava las manos después de hacer la deposición, por ejemplo.

Cuidado  con comer donde sea
A Patricio Rosas, de 38 años, los dolores de cabeza no lo dejaban en paz. Cuando los mareos se hicieron más frecuentes, presentó lagunas mentales y sufrió la primera convulsión epiléptica, el médico indagó sus hábitos alimentarios: sospechaba encontrarse ante un caso de neurocisticercosis y, lamentablemente, acertó.

El doctor no tuvo dudas cuando supo que este comerciante quiteño  acostumbraba a viajar a distintos lugares del país para entregar mercadería y solía comer “donde me agarrara la hora de hambre”, sin verificar si los alimentos que consumía eran preparados en condiciones higiénicas y sanitarias.

Patricio recibió un tratamiento médico largo, que incluye tomografías periódicas para verificar que el parásito se elimine totalmente. Por suerte se recuperó antes de llegar a experimentar otros síntomas de esta enfermedad, como adormecimiento de las extremidades superiores e inferiores, pérdida de la memoria, dificultades del habla.

Pero 47 de cada 100 personas infestadas con neurocisticercosis no tienen síntomas.

Se puede enviar sangre para análisis
Si usted cree estar contaminado no dude contactar al Centro Internacional de Zoonosis, ubicado en el tercer piso de la antigua residencia universitaria, en la Universidad Central del Ecuador en Quito, donde los exámenes se practican de 08h00 a 11h00, de lunes a viernes.

El examen para la detección de cisticercosis tiene un valor de $ 1,20, mientras que el análisis coproparasitario –para detectar la presencia de tenia– cuesta 40 centavos. Los teléfonos del centro son: 02-290-4801 o 09-982-8263.

Desde cualquier lugar del país se puede enviar la sangre sin complicaciones. La ventaja de este método es que basta una muestra para el análisis. Solo acuda a un laboratorio cualquiera, pida que le tomen una muestra de sangre y la centrifuguen. Envíela, en condiciones de temperatura ambiental, por cualquier correo o cooperativa y el Centro le dará la respuesta por teléfono. También funciona para muestras de sangre de cerdo.

El trabajo del equipo que dirige Washington Benítez no se limita a la detección de estas enfermedades y más bien busca un enfoque global. El apoyo de organismos internacionales, especialmente belgas, financia el tratamiento médico: brinda atención gratuita a pacientes de escasos recursos. Un tratamiento privado de neurocisticercosis cuesta entre 3.000 y 10.000 dólares.

“Para nosotros, el costo de ese tratamiento bordea los 700 dólares, pero si se trata de una persona de pocos ingresos la tratamos gratuitamente”. Entre mayo de 1997 y septiembre del 2001 se atendieron 173 casos de pacientes con neurocisticercosis y 31 personas teniásicas.