Aunque la estatuilla a la mejor película recayó en la cinta que todos daban por ganadora, la sorpresa vino al momento de premiar a los actores.
El Oscar hizo historia el pasado domingo al premiar el trabajo de tres actores afroamericanos. Desde que Sidney Poitier recibió el galardón por Los lirios del valle, en 1963, ningún actor negro había vuelto a ganar este premio en un papel principal.
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Poitier logró triunfar sobre las barreras sociales que todavía hoy se respiran en Hollywood. Y en 1967, dirigido por Stanley Kramer, el actor rompió el tabú y se llevó del brazo a la chica blanca de la película. Adivina quién viene esta noche encumbró a este artista, que nació en 1927 en el seno de una familia que casi no tenía ni para comer.
En 73 años de historia de la estatuilla, la Academia ha sido cuanto menos parca en nominaciones. Pero en esta edición, las cosas parecen haber tomado otro rumbo y Hollywood se lava así su mala conciencia. El propio Poitier recibió un Oscar honorífico por su trayectoria artística. Además, de tres actores negros que compitieron en la categoría estrella, la de actor protagonista, algo que no se veía desde 1972: Halle Berry por Monster Ball, Will Smith por Alí y Denzel Washington por Training day (Día de entrenamiento), dos celebraron su triunfo.
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La simpática actriz negra, Whoopi Goldberg, que presentó por cuarta vez la ceremonia, también se hizo sentir, y en uno de sus breves pero lucidos momentos reclamó con humor que no hay ningún hobbit negro en El señor de los anillos.
Aparte de Poitier y Washington, solo otros cuatro actores negros se han llevado una estatuilla, siempre en categorías secundarias y a menudo en papeles definidos racialmente: Hattie Daniel, la criada de Escarlata en Lo que el viento se llevó (1939); Louis Gosset Jr, el sargento despiadado pero justo de Oficial y caballero (1982); Whoopi Goldberg, la vidente de Ghost (1990), y Cuba Gooding Jr, el jugador de fútbol americano de Jerry Maguire (1996).
Denzel Washington es el eterno oscarizable. Heredero artístico de Poitier, cuatro veces nominado y una vez galardonado, por su papel secundario en Glory (1990), se había convertido en el candidato más serio de esta edición, por la calidad de su actuación en el papel de Alonso Harris en Día de entrenamiento. Washington se convirtió así en el favorito, gracias al apoyo, entre otros, de su amiga Julia Roberts.
“No puedo vivir en un mundo donde yo tengo un Oscar y Denzel no”, había comentado la actriz mejor pagada, encargada precisamente de entregarle la estatuilla al actor durante la ceremonia. Washington estuvo a punto de conseguirlo hace dos años por encarnar al boxeador Rubin Carter en Hurricane, pero perdió frente a Kevin Spacey (American beauty).
Uno de los momentos de mayor emoción fue la entrega del premio a la mejor actriz, Halle Berry, que se convirtió en la primera actriz afroamericana que recibe este galardón, al imponerse a las dos favoritas: la veterana Sissy Spacek y Nicole Kidman. Berry lo tomó en sus manos, rompió a llorar e hizo un emotivo homenaje a los actores de raza negra. Una noche histórica para los afroamericanos de la gran pantalla.
No es extraño que Una mente maravillosa fuera la ganadora indiscutible, con cuatro estatuillas importantes, mientras que El señor de los anillos lograra cosechar también cuatro, aunque en apartados menores. Quizá porque el género fantástico nunca ha recibido el máximo galardón y, al mismo tiempo, las historias de personas con problemas mentales parecen imponerse.
Además, la carrera por lograr estos premios se ha convertido en un negocio tan desproporcionado que las cifras que se barajan para promocionar una película duplican e incluso triplican el costo de la producción. Esto afecta a excelentes cintas como En la habitación y Gosford park, arrancadas del cine independiente, a las que injustamente no se tomó en cuenta.
ESCENAS
El triunfo de los actores Denzel Washington y Halle Berry eclipsó al filme Una mente brillante, que se llevó a casa cuatro estatuillas doradas, incluidas las de mejor película y mejor director para Ron Howard (foto).
La cinta se alzó con los premios a pesar de que se le reprocha haber disimulado los rasgos menos encantadores de John Forbes Nash.
El Oscar destinado a mejor película extranjera fue para No man s land (En tierra de nadie), de Bosnia-Herzegovina. La escribió y dirigió Danis Tanovic y es una implacable sátira de la guerra.
El filme ganó el Globo de Oro a mejor película extranjera y el premio especial del jurado en el Festival de Cine de Cannes del 2001.
¿Y el poquito de magia?
Tom Cruise comenzó esta nueva misión imposible con una reflexión sobre el impacto mundial de las películas, introduciendo la 74ª entrega de los premios Oscar con la extravagante edición de testimonios grabados con gente de todos los niveles y colores, donde los famosos se juntaban con los comunes mortales en una interminable obertura.
De esta manera se trató de obviar las monumentales coreografías de apertura que tradicionalmente nos introducían al espectáculo. “El cine nos trae ese poquito de magia tan necesario en nuestras vidas”, decía Tom. Pero precisamente eso es lo que faltó en esta transmisión televisada al mundo desde el flamante Teatro Kodak en Los Ángeles, que se inauguraba esa noche.
Whoopi Goldberg bajó de la estratosfera vestida de ave del paraíso para conducir el show, pero lastimosamente sus chistes no eran los mismos en la traducción simultánea de Ecuavisa. Y lo que siguió a continuación -¡durante 3 horas 45 minutos!- sufrió de una aletargada formalidad que nunca se revitalizó con las expectativas creadas por algunas de las películas y sus estrellas.
Quizá por eso los “viejos” Sidney Poitier y Robert Redford estuvieron a la altura de lo que se esperaba. Poitier, con su magnífico recuento de lo que significaba la odisea de un actor negro en una industria donde existían los prejuicios raciales en todos los niveles; y Redford, destacando la “diversidad y libertad de expresión” de la industria cuando recibió el Oscar por su meritorio trabajo al organizar anualmente el Festival Sundance dedicado al cine independiente.
Esta 74ª edición fue un triunfo de los derechos humanos, con los premios a actores negros, donde la glamurosa Halle Berry y el curtido Denzel Washington contagiaron sus emociones a la teleaudiencia. ¿Pero tendrán sus películas la misma fuerza que las imágenes de esos filmes recordados en el homenaje a las estrellas que murieron en el 2001?
Nunca podremos olvidar las obras maestras del director Billy Wilder, como Piso de soltero y Una Eva y dos Adanes con Jack Lemmon, o la vida que explotaba en la pantalla en Zorba, el griego con Anthony Quinn, con su electrizante tema musical y la danza final en la playa. “Mucho de lo que ocurra esta noche será olvidado en una semana", decía Redford. Su avejentado rostro no expresaba mucho optimismo.