Con escasos días de distancia se han producido tres anormalidades en los transportes de una empresa cuyos aviones vuelan, viceversa, entre Quito, Guayaquil y Galápagos.
Los pasajeros, en dos de esos problemas en pleno vuelo, han sufrido pánico. Algo de máxima comprensión, pues los ecuatorianos no podemos olvidar tragedias recientes por aviones despedazados.
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Aunque las excusas o explicaciones se han dado, justificamos las censuras del público.
Por más que sucesos de inseguridad se estimen de poco peligro, la tranquilidad de los pasajeros es algo que debe ser prioritario en el servicio.
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Esto en cualquier clase de transporte.
En el aéreo, ninguna ofensa es considerar la obligación de ser cuidadosos en mantenimiento sin dejar que escapen detalles que a estas alturas de la técnica aeronáutica, son considerados tan importantes como los de clase más compleja.
Sin la menor demora debe cerrarse paso a una nueva y aterradora inseguridad. El país ya tiene suficiente padecimiento con inseguridades expandidas por numerosas áreas de la vida cotidiana.
La inseguridad para trasladarse por avión entre nuestras ciudades ha ofrecido suficientes anuncios como para que el público espere que se aplicarán correcciones, innovaciones y cambios de gran alcance.
El fin, un mejor trato al pasajero y restitución de la confianza en los servicios.