Una pisada deliciosa que hace pasar de largo a un rival, una bicicleta como aquellas del Lobo Fischer para dejar atrás a un contrario, gambetas, amagues varios (siempre uno antes de pasar la pelota, para frenar al defensa y elegir mejor el destino), goles, toques, paredes… Circuló estos días en Twitter un breve video de fines de los años ‘50 con jugadas de Alfredo Di Stéfano frente al Stade Reims. Apenas un minuto y veinticuatro segundos que muestran una ínfima parte del vasto repertorio del primer genio del fútbol mundial. La Saeta Rubia tenía ya treinta y largos, se le notaba en su pronunciada calvicie, pero aún mantenía la altivez y la fiereza de su liderazgo. Era virtualmente el dueño del juego, todo pasaba por él. Llevaba el 9 en la espalda y lo era a la hora de estar en el área y convertir, pero bajaba (como Messi) hasta la media cancha, incluso más, arrancaba por derecha, por izquierda. Aunque parezca insólito, era centrocampista y centrodelantero al mismo tiempo. Y sus compañeros debían pasarle religiosamente la bola o les ladraba.

Era un fútbol más tranquilo, claramente más lento que el actual, con marcas más lejanas, incluso más inocente, con mayor tiempo para pensar y decidir. Y no se trata de demeritar ni un ápice de aquello que generó la popularidad de la que este deporte goza hasta hoy. Ni caeremos en la tontería de decir que los rivales eran conos. El marco era igual para todos, no obstante Di Stéfano había uno solo. Fue el pionero de las superestrellas globales, aún en tiempos de nula televisación. Cuando él se estaba yendo, surgía Pelé.

Los más de mil quinientos seguidores que vieron las escenas casi llegaron a la misma conclusión: Di Stéfano era un fenómeno, pero aquel fútbol era más permisivo. O al revés, aquello definitivamente no era lo de hoy, aunque igual Alfredo ¡qué monstruo…!

Publicidad

En efecto, ambas cosas quedan muy patentizadas.

Los más y los menos del 2021

Hay muchos mitos respecto al pasado. Existe la creencia de que sí era más lento, pero mucho más técnico. Nada que ver, la técnica actual es infinitamente superior a la de hace sesenta años. Que la pelota pesaba dos kilos. En absoluto, el balón toda la vida pesó igual: entre 410 y 450 gramos, eso estrictamente reglamentario, y su circunferencia siempre fue de 68 a 70 centímetros. Si eran partidos bajo lluvia sí aumentaba el peso porque estaban hechas en cuero y este es un material que absorbe el agua. Pero en cancha seca no. Los campos son mil veces mejor ahora, sin embargo, los recursos técnicos de los futbolistas actuales son prodigiosos. Y los ponen en práctica con menos tiempo, más marcas y menos espacios. No existe la menor posibilidad de discusión: esto es muy superior.

Nueve brasileños en la Libertadores, ¿no es mucho?

Sin duda, era un contexto menos complicado. No se conocía el concepto de presión, que hoy es el ABC del juego, mucho menos la intensidad, el postulado que es la tendencia del fútbol de estos días. Tampoco se defendía con la cantidad de efectivos de ahora. Aunque un equipo vaya ganando por goleada, si tiene un córner en contra todos sus jugadores están obligados a bajar a defenderlo. Cuando un equipo está en posesión del balón la misión de los once adversarios es pasar detrás de la línea de la pelota y armar inmediatamente una doble línea de cuatro, o de cinco. Si un delantero no colabora en la recuperación, al menos obstruyendo la salida del cuadro de enfrente, pierde su puesto. Pese a ello, se marcan cantidades de goles, se ven grandes partidos y proezas técnicas.

Publicidad

Bomba: Nace la Liga de Naciones UEFA-Conmebol

El día del Boxing Day (26 de diciembre) se anotaron en la Premier League 28 goles en 6 partidos, a una media de 4,7 por encuentro. Hubo partidos espectaculares como Manchester City 6 - Leicester 3, Norwich 0 - Arsenal 5, West Ham 2 - Southampton 3. No era la liga de Nepal, hablamos del fútbol inglés, el número uno hoy, donde se corre y se lucha hasta la extenuación.

Guillermo Vilas, el Atlante del tenis argentino, un sujeto siempre pensante, dejó una reflexión magistral sobre el ayer y el hoy en el deporte: “Si me ponen contra el Federer de 2004 con mis mejores herramientas de 1977, yo no tendría opciones, me liquidaría por 6-1 y 6-2. Y eso si tengo suerte. Lo mismo contra Nadal o Djokovic. Si alguien quiere comparar, que lo haga entre los Big Three de cada época. Enfrentar a un tenista de 1900 contra uno de 2000 no es coherente, hay cien años de adelantos”.

Publicidad

Negar que el fútbol ha evolucionado y es mejor, más difícil que antes es estar de espaldas a la realidad, a la inteligencia, al sentido común, a todo. Es como sostener que un Ford T de 1925 era superior a un BMW 2021. Merced a las nuevas tácticas de oposición, el futbolista se vio obligado a mutar y crecer no sólo para sobresalir sino para poder jugar. Ya sabemos que si Di Stéfano, Pelé, Puskas, Garrincha fueran de esta época y entrenaran y se cuidaran como los actuales, brillarían. Desde luego, quien nace con un talento, se adapta y destaca. Pero el grado de dificultad es mucho mayor. Ahora se marca en serio, encima, se tiene más educación táctica y muchísima información. Les sería más complicado brillar. Enzo Francescoli, muy reconocido por su capacidad de análisis, ve fútbol desde 1970 y dice con mesura, aunque sin vueltas: “Hoy el fútbol es mucho más rápido, hay menos espacios, y menos posibilidades de lograr cosas”.

“Antiguamente los entrenadores estábamos solos, nos equivocábamos o acertábamos individualmente”, cuenta Arsene Wenger en su flamante y extraordinario libro La filosofía de un líder, que les comentaremos en próximas columnas. En la actualidad, el DT está rodeado de un ejército de colaboradores que le pasan datos relevantes. “Los analistas ahora ocupan más espacio, sobre todo en los descansos, lo que permite comprender mejor el juego y disponer de criterios de análisis objetivos del partido; antes, todo estaba en manos de la subjetividad del técnico. No obstante, éste sigue siendo el único que decide”.

La evolución ha elevado el grado de oposición a límites insospechados. No obstante, aquel fútbol que hoy nos parece tierno, hasta rudimentario de los tiempos de Di Stéfano debemos tomarlo con admiración y respeto. Fue el asombro de una era de este juego. (O)