“Si la Libertadores sigue monopolizada por los clubes brasileños, perderá interés. Nadie quiere participar en un torneo en el que no tiene chance de avanzar siquiera a cuartos de final. Hay que encontrar una forma de equilibrar la participación de todos”, afirma Ricardo Montoya, columnista peruano de El Comercio. “Seguir así es descabellado. Ya en los últimos dos años cayó la expectativa por la Copa”, completa.

“Aquí en Colombia la final entre Palmeiras y Flamengo pasó casi inadvertida, parecía un partido del campeonato interno de Brasil”, nos dijo en su momento Gabriel Meluk, editor de Deportes de El Tiempo.

“En Chile también se vio poco la final”, cuenta Danilo Díaz, uno de los más destacados periodistas deportivos de ese país. Y agrega: “Con claridad, nueve equipos brasileños es un exceso, más aún al considerar las distancias económicas existentes entre el fútbol de Brasil y el de los demás países. La Conmebol debe corregir esta situación. Hoy, solo River es capaz de competir con los gigantes brasileños, que incluso se llevan a los mejores de las otras ligas y ni siquiera son titulares permanentes”.

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La Copa Libertadores 2022 aún no comenzó, pero ya motivó un debate, y es que habrá nueve brasileños protagonizando el torneo: Palmeiras, Atlético Paranaense, Atlético Mineiro, Flamengo, Fortaleza, Corinthians, Bragantino, Fluminense y América Mineiro. Récord histórico. De un representante por país con que se inició la competencia en 1960 se llegó a estos 9 de Brasil. Siete cupos tiene asignados de base y dos adicionales le corresponden por consagrar al campeón de la última Copa (Palmeiras), y al de la Sudamericana (Paranaense). Agravado porque los siete nombrados primero entran directo en fase de grupos. Solamente dos ingresarán en la segunda etapa, una de las tres rondas previas.

Semejante representación frente a los cuatro lugares de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela parecen desproporcionados. Y apenas dos van derecho a los grupos. Siempre hemos defendido la idea de que Argentina y Brasil merecen mayor participación que el resto por diversos factores: son los países más grandes, los animadores estelares de la competición desde sus inicios, con 46 conquistas sobre 62 ediciones, aportando los equipos más fuertes, las hinchadas más numerosas. Y son el imán que atrae los altos contratos de televisión de los que se benefician todos. Lo han ganado en el campo. Afuera también. Sin embargo, ahora se juntan varios factores que resquebrajan el espíritu competitivo: al poderío futbolístico tradicional del fútbol brasileño se suman los altísimos presupuestos que manejan sus clubes, y si además intervienen más del doble que la mayoría, se torna imposible destronarlos, aspirar al título. Esto genera dos distorsiones: 1) se pierde el interés global del resto de los públicos; 2) ¿quién se animará a realizar una inversión importante en jugadores para buscar la corona si sabe de antemano que es una misión imposible…? Colo Colo, Peñarol, Barcelona, Emelec, Alianza Lima, Millonarios, Olimpia ¿arriesgarán cinco o diez millones de dólares en refuerzos para intentar la hazaña…? No, nadie cometerá ese dislate siendo consciente de sus reducidas posibilidades.

Es perfectamente imaginable un escenario en el cual los nueve brasileños lleguen a octavos de final. Nueve sobre dieciséis. Casi imposible que uno de ellos no sea finalista, y altamente factible que fueran dos, como ha pasado en 2020 (Palmeiras-Santos) y 2021 (Palmeiras-Flamengo). Las finales entre equipos de un mismo país, impedidas por reglamento hasta 2005, conllevan un factor negativo: eliminan la internacionalidad, condimento esencial en todo torneo continental.

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“Nueve clubes de Brasil en 2022 me parece desorbitado. Más que excesivo. Es un paso más en la destrucción del torneo, desde el aspecto cualitativo”, opina Ricardo Vasconcellos, jefe de la página deportiva de El Universo. Agrega: “La Libertadores no solo sufre un desplome en su capacidad de generar la expectativa que alguna vez tuvo, sino también un descenso más pronunciado en otro orden: el del nivel técnico. La tendencia es engordar el torneo y se hace bajo pretextos hipócritas como el repetido mil veces por los Domínguez y los Infantino: ‘es la única forma de democratizar el fútbol’. Lo que debería hacerse, para cuidar el campeonato de clubes estelar de la Conmebol, es volver más riguroso el filtro para competir”.

“Hay un desbalance -vuelve Meluk-. Y está manejado en función de lo que se pueda conseguir y vender en materia de derechos de TV. Es el país más poderoso del área. Entiendo los afanes económicos de la Conmebol, pero daña lo deportivo. Hay que copiar lo de la Champions. Argentina y Brasil cuatro cupos cada uno, tres para los demás, los campeones de Libertadores y Sudamericana y tres plazas más para los tres primeros del ranking de la FIFA”.

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Orlando Ascensio, de El Tiempo, está situado en la misma vereda de los colegas anteriores: “Tanta participación brasileña quita atractivo en los demás países. Si un equipo no tiene el suficiente músculo económico para darles pelea, es imposible que les saque el título. Se está volviendo un torneo de brasileños, ya ni siquiera de Argentina y Brasil”.

River Plate, en 2018, fue el último club campeón de la Copa Libertadores que no es de Brasil. Hoy, uno de los pocos equipos sudamericanos en plantar cara a los de la tierra de Pelé.

La nota diferente la dio Rafael Sempértegui, responsable de Deportes del diario La Razón, de La Paz: “Creo que los cupos de las potencias sudamericanas son merecidos. Responden a una meritocracia. Es darle a los mejores lo que les corresponde. Argentina lo mismo. Y en el caso nuestro, si somos sinceros, por nivel incluso tal vez sean muchos cuatro lugares para el fútbol boliviano”.

Desde luego, no se trata de igualar para abajo. No obstante, algo debería reformularse para incentivar a los de menos poderío. 1) Que la final no pueda ser disputada por dos equipos de una misma asociación. 2) Introducir coeficientes de rendimiento, como en Europa. Cada año se podrían asignar tres casilleros, excluyendo de esto a Argentina y Brasil, a los de mejor actuación en los últimos cinco años. Esto podría determinar que Colombia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, por poner un ejemplo, lograran clasificar un representante más, lo que potenciaría sus torneos internos. El coeficiente es el procedimiento más justo y deportivo, mérito puro. Aparte, serviría de aliciente para luchar con más entusiasmo. Y un elemento que generaría una enorme expectativa extra: saber quiénes son esos tres afortunados que tendrán más competidores el año siguiente. (O)