Gianni Infantino tiene desde el viernes un ataque de hígado: Zbigniew Boniek, aquel grandísimo volante polaco (una especie de Kevin De Bruyne, todoterreno con técnica y gol) anunció por la mañana que la UEFA ampliará su ya atractiva Liga de Naciones, sumando a las diez selecciones de América del Sur. Boniek está en el comité ejecutivo de la UEFA desde 2017, y es un flamante vicepresidente de la entidad europea. Lo nombraron en abril. Es posible que haya sido escogido estratégicamente como vocero de esta monumental primicia: para Infantino y la FIFA es difícil salirle al cruce a quien fuera un fantástico futbolista; el saco y corbata no puede contra alguien que brilló con pantalones cortos. Además, Boniek lleva desde hace dos décadas una impecable carrera dirigencial. Si él lo ha soltado es porque se trata de algo oficial. Y no habló en potencial, sino como algo concreto.

Nace, pues, la Liga de Naciones UEFA-Conmebol. Muy esperada en nuestro continente; habíamos quedado descolgados, fuera del esquema de enfrentamientos con los europeos y esto representa un inesperado billete ganador. ¿Se imaginan un Alemania-Brasil, Inglaterra-Argentina, Italia-Uruguay, España-Colombia jugando por los puntos…? Partidos oficiales y sin necesidad de eliminatorias. Una maravilla, casi un Mundial.

En entrevista exclusiva con el periodista Tomasz Włodarczyk, del diario deportivo Meczyki, de Varsovia, Boniek anticipó que la edición 2022-2023 de la Liga de Naciones de la UEFA será la última que se dispute en su actual formato: “Para la siguiente se agregarán los diez países de Sudamérica”, dijo el excrack de la Juventus. Y dio precisiones: “Seis selecciones, entre las que seguro estarán Brasil y Argentina, entrarán al Grupo A, y otras cuatro al Grupo B”. Esas cuatro que mencionó Boniek como posibles integrantes del cuadro superior serían Colombia, Uruguay, Chile y Perú. En cambio, Paraguay, Ecuador, Bolivia y Venezuela cotejarían con Suecia, Ucrania, Rusia, Serbia, Escocia, Irlanda y una decena más. Claro que esto es un borrador, quienes vayan a una zona u otra lo decidirán la clasificación al Mundial y el ranking FIFA. Ecuador podría tranquilamente ir al primer segmento. Lo seguro es que Brasil y Argentina integrarían el A.

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Selecciones sudamericanas jugarán la Liga de Naciones de la UEFA desde el 2024

El diario deportivo Meczyki habla de “Revolución”. Y celebró la noticia con un título eufórico: “¡Polonia podría jugar con Brasil…!”. Es que el país de Lewandowski integra actualmente la franja de élite de la Liga de Naciones, la cual reúne a los mejores 16 representativos, entre otros, a Alemania, Italia, Bélgica, Portugal, España, Inglaterra, Holanda. La posibilidad de tener enfrentamientos regulares con el Viejo Mundo mejoraría el alicaído fútbol sudamericano. Le daría otro roce. Y no hará falta traer a los futbolistas, para simplificar, todos los partidos tendrían lugar en Europa.

La noticia de Boniek es un torpedo debajo de la línea de flotación de la FIFA, o más bien de Infantino. La FIFA, hoy, es Infantino. Y se inscribe dentro de la guerra fría que sostiene el uno de Zúrich con Aleksander Ceferin y Alejandro Domínguez, capos de UEFA y Conmebol. Ceferin, abogado hijo a su vez de un prestigioso jurisconsulto de Eslovenia, es un duro de matar. Los doce clubes más fuertes del mundo, liderados por Florentino Pérez y Andrea Agnelli, le crearon la Superliga, que hundía la Champions de la UEFA y Aleksander la dinamitó en veinticuatro horas. Agnelli es un hombre con una fortuna estimada en 17.000 millones de euros y Ceferin es el padrino de su hija, pero igual el esloveno no anduvo con vueltas: “A mis ojos, este hombre ya no existe. Pensé que éramos amigos, pero me mintió en la cara hasta el último minuto del último día, asegurándome que no tenía nada de qué preocuparme cuando el día anterior ya había firmado todos los documentos necesarios para el lanzamiento de la Superliga”.

¿Por qué no una Liga de Naciones latinoamericana?

Ceferin no se muerde la lengua ni con la FIFA, de la que es vicepresidente, aunque esta es manejada a placer por Infantino. “Han convocado para este lunes 20 una cumbre mundial en línea con las 211 asociaciones y ni siquiera tenemos una agenda de qué se va a tratar”, se quejó. “Estarán involucradas 500 personas en una videoconferencia, así que no espero nada muy profundo. Lo único que sabemos es que se llama El futuro del fútbol, que puede significar mucho y puede no significar nada”.

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Y Domínguez está ciento por ciento alineado con Ceferin. Ambos saben que, con Europa y Sudamérica en contra, Infantino tiene un poder acotado. El paraguayo, además, va agarrado del bote del europeo. Para el lado que el otro navegue, estará mejor que solo. A su vez, en su pelea con el ítalo-suizo, a Ceferin no le viene nada mal sumar dos transatlánticos como Brasil y Argentina, dos nombres muy pesados siempre en el universo fútbol. Este es un golpe terrible para Infantino, lo mandaron a la lona. Primero le dijeron no a su audaz propuesta de un Mundial cada dos años, y ahora le salen con este contraataque. Una Liga de Naciones con 65 equipos -55 de Europa y 10 de Sudamérica- donde están 33 de los primeros cincuenta del ranking mundial, es una joya que vale miles de millones en publicidad, taquillas, mercadeo y derechos de TV. Y de ahí a la FIFA no le corresponde un euro.

Desde luego, para viabilizar la nueva competición necesitarán la aprobación de FIFA. “Hasta para un partido amistoso Internacional A, llámese Argentina-Perú, se requiere autorización FIFA. Más aún la realización de un torneo entre naciones. Incluso el calendario internacional lo regula la FIFA. Además, la cesión de los jugadores seleccionados por parte de los clubes es regida por la FIFA”, explica Javier Quintana, quien fuera secretario general de la Federación Peruana durante 30 años, considerado un experto en materia reglamentaria. También es cierto que FIFA no tiene ningún argumento valedero para vetar el torneo. Y no querrá chocar contra las treinta o cuarenta asociaciones más poderosas del tejido futbolístico. Simplemente, se la hicieron.

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Hay una trama política detrás. Y miles de millones en ingresos. La FIFA viene perdiendo fuerza aceleradamente, ya no es el Vaticano del fútbol, el inalcanzable templo de mármoles negros creado por Havelange, ni siquiera la más terrenal y accesible parroquia de Blatter. Ahora se le atreven todos. Y este es un gancho a la mandíbula de Infantino. Le contarán hasta ocho y seguirá combatiendo. El tema es cómo sigue después. (O)