La solidaridad es uno de los valores humanos más importantes. Es interesarse por el otro, conocerlo, aceptarlo, ayudarlo, especialmente en circunstancias difíciles. Es unión en la adversidad, respuesta en las angustias, compañía en el dolor, apoyo, protección, respaldo.

La solidaridad no es ni un derecho ni un deber, es una expresión de la voluntad de quienes se sienten parte de una misma especie, con las mismas necesidades y expectativas, es una expresión voluntaria que va, incluso, donde no llegan las leyes y los derechos, tampoco.

No se trata de dar, sino de darse a cambio de nada. La solidaridad es una fuerza, una fuerza social que, a veces, se manifiesta en los momentos difíciles, por ejemplo, para socorrer a víctimas de catástrofes naturales, pero que con esa misma fuerza puede presentarse en el diario vivir.

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No es indispensable tener dinero ni academia, solo hace falta conocer la ciudad y sus habitantes, descubrir que hay quienes carecen de lo elemental, no es cuestión de personas desocupadas o trabajadoras, ni de jóvenes o ancianos, ni de hombres o mujeres, es cuestión de todos. Solo requiere liderazgo y decisión.

Este Diario publicó la historia de un grupo de jóvenes ciclistas que al recorrer la ciudad descubrieron que hay personas que viven en la calle y duermen en ella protegidos por un cartón. Enseguida decidieron hacer algo, primero les llevaban comida. Más tarde pensaron en los niños que deambulan por las calles y son víctimas de todas las tentaciones y todos los abusos, entendieron lo que la práctica de una afición podría hacer por ellos, descubrieron su interés en la bicicleta y decidieron proporcionárselas, buscan donaciones de bicicletas usadas, que reparan o hacen reparar, y las obsequian, están convencidos de que eso puede salvarlos.

Al principio eran diez, ahora son doscientos cincuenta. Lo que hacen los Team Corona Bike lo pueden lograr todos los que dejen fluir su humanidad y este país sería distinto. (O)