Después de un año y 11.099 fallecidos por COVID-19, se han señalado algunos errores en la forma de afrontar la pandemia.

Aunque al conocer la presencia del virus en otros países se dijo muchas veces que el país estaba preparado, no fue así. Se minimizó el riesgo, al considerarlo lejano y no se organizó un procedimiento de vigilancia y prevención en los centros de atención primaria de salud, no se cerraron a tiempo los aeropuertos y no hubo un liderazgo firme en el Ministerio correspondiente.

Cuando el virus se difundía en nuestro territorio, no teníamos infraestructura adecuada ni reactivos ni laboratorios suficientes. Los hospitales no alcanzaban a cubrir la demanda, los médicos, enfermeras y personal paramédico no tenían la protección adecuada, tampoco lo que requerían para atender a los pacientes, y muchos tuvieron que volver a casa a morir, otros no alcanzaron y su cadáver quedó en la calle. La cifra oficial dice que en Ecuador han muerto por causa del COVID-19 11.099 personas, pero en ella no constan quienes no tuvieron atención hospitalaria y murieron en sus hogares.

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Ahora la esperanza está en la vacuna que ha comenzado a aplicarse en el país. En el caso de Guayaquil, la alcaldesa anunció ayer que la comisión especial creada por el cabildo decidió la adquisición de las vacunas AstraZeneca, Sputnik V y Sinovac y que el orden previsto para la compra dependerá de la disponibilidad de cada laboratorio. Para la selección de personas se utilizará el padrón electoral en 20 distritos, 15 urbanos y 5 rurales, y que una vez recibidas las vacunas se espera llegar a un millón de personas en 45 días.

Pero la vacuna no es lo único que necesitamos para liberarnos de la pandemia, es indispensable que sigamos respetando los protocolos de seguridad y que hagamos de ellos parte de nuestra vida cotidiana. Esta experiencia nos ha enseñado que somos responsables no solo de nuestra propia salud, sino también de la de los demás y debemos actuar en consecuencia. (O)


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