El crimen organizado sigue operando de manera desafiante. Ayer ocurrieron dos hechos impactantes que podrían estar relacionados, según declaraciones del ministro del Gobierno. En Quito, pasadas las 09:00, fue asesinado el abogado Harrison Salcedo y momentos después se enfrentaban dos bandas delictivas en la Penitenciaría de Guayaquil, con un saldo de cinco muertos, once heridos y el aislamiento con fines investigativos de 37 reclusos.
La criminalidad es un fenómeno que trasciende las fronteras y requiere combatirse con asistencia internacional, pero en nuestro ámbito estamos necesitando también que se dé una revisión a la actuación de quienes intervienen en los procesos judiciales y en el cumplimiento de las sanciones impuestas a los delincuentes, para que el resto de la sociedad que sí respeta las leyes no se sienta burlada.
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Salcedo era defensor de Los Choneros y estaba siendo investigado, junto con otras doce personas, por el delito de asociación ilícita, pues las autoridades consideraban que se habrían cometido irregularidades relacionadas con la liberación del abatido líder de esa banda y por esa causa penal debía asistir a una audiencia ayer.
En relación con el enfrentamiento armado entre Los Choneros y Los Lobos, que pudo ser controlado pasado el mediodía de ayer, el ministro de Gobierno señaló que se tomaron las previsiones para evitar que la acción se replique en algún otro centro de reclusión del país. Sin embargo, el hecho ocurrió en una de las cuatro prisiones donde de manera simultánea se reportó en febrero pasado la masacre que dejó 79 muertos. Una vez más los reclusos logran acceso a armas y a comunicación externa no vigilada, lo que les permite operar de forma organizada.
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Son varios los asesinatos atribuidos, en lo que va del año, al crimen organizado. Los recursos del sistema de justicia se ven sobrepasados y los resultados son lentos y escasos, mientras quienes se organizan para delinquir exhiben con desfachatez un estilo de vida que no se compadece con las prácticas profesionales honestas. (O)