Los controles militares en la frontera peruana se extremaron desde el mes pasado para evitar el paso ilegal de los migrantes, mayoritariamente venezolanos, que tratan de continuar su periplo hacia Chile.

Del lado ecuatoriano, en Huaquillas se ha producido un represamiento de cientos de viandantes, que se incrementa paulatinamente porque no dejan de arribar cada día más migrantes a la ciudad que limita con el país vecino del sur.

La intensificación de los controles militares del lado peruano busca evitar el paso de indocumentados debido al repunte de casos de COVID-19 en ese territorio.

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Desde hace un par de semanas, el alcalde de Huaquillas ha solicitado de manera pública que se cree un corredor humanitario para desfogar la presión que representa para su ciudad la acumulación de personas que pernoctan en parques, veredas y calles, lo que ocasiona problemas de insalubridad, inseguridad e incluso de daños a la infraestructura local. También se teme un acelerado incremento de contagios de COVID-19.

La situación es compleja y no se avizora una salida. La inercia solo garantiza complicaciones. Muchos de los migrantes viajan con adultos mayores o con niños. No cuentan ya con provisiones ni dinero, tampoco pueden aspirar a encontrar trabajo en una ciudad tan pequeña.

No hace falta recordar que ha habido épocas en las que han sido los ecuatorianos quienes dejaron atrás sus hogares para ir en busca de mejores oportunidades.

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Los migrantes varados precisan de ayuda humanitaria, que se les facilite circulación segura, para no ser repelidos por los elementos armados de la frontera.

Es menester buscar una salida para mitigar el sufrimiento de estas personas que han salido de su país de origen huyendo de la escasez, el desempleo y la inseguridad y esperan encontrar mejores condiciones de vida en países que están en una situación más favorable.

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El tiempo apremia para aliviar los efectos de las calamidades que padecen los migrantes varados en la frontera sur. (O)