Este sábado, más de un millón de jóvenes de 147 países se congregarán en una vigilia junto con el papa León XIV en las afueras de Roma. Es parte del Jubileo de la Juventud, un espacio de reflexión espiritual que demuestra fe y esperanza.

Aunque el encuentro, que se celebra desde el martes, es parte de un evento solemne de la Iglesia católica, invita a todos a reflexionar en las necesidades y unidad de quienes tienen en común la fe para enfrentar los desafíos del mundo.

El jueves pasado, en la plaza de San Pedro del Vaticano, las oraciones fueron por desarmarse para terminar con la violencia. Para quienes son y no son creyentes, esta debería ser una decisión.

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El cardenal Matteo Zuppi, presidente de la CEI y cercano a las nuevas generaciones, animó a no acostumbrarse al sufrimiento: “Las cruces son construidas por los hombres que fabrican armas para matar y destruyen lo que da vida... Nunca podemos acostumbraros al sufrimiento infinito”, advirtió.

En ese marco recordó palabras del papa León XIV enfatizando en desarmar los corazones y las manos de un mundo violento. Las guerras y la violencia efectivamente destruyen y no se requiere profesar una religión en particular para abogar por la paz, sin embargo, se debe agradecer la fuerza de los jóvenes hoy reunidos en un Jubileo multitudinario recordándonos que ellos están dispuestos. De los poderes políticos se esperan respuestas.

La hambruna y la muerte que dejan las guerras deberían ser razón suficiente para que la sociedad y los gobiernos las repudien. En Ecuador se vive un conflicto armado interno para combatir la violencia de los grupos delictivos, no obstante, los asesinatos múltiples del mes de julio y de este agosto apenas iniciado llenan de dolor a familias y poblaciones.

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La fe de los jóvenes debe ser acompañada por la decisión política de los pueblos para que no se continúe viviendo en el miedo, la pobreza, la angustia. Esperanzas evidentemente hay, pero también se exigen acciones más efectivas. (O)