Ante el repunte del COVID-19, incluso en países donde la vacunación masiva va muy avanzada, en el mundo se debate sobre la eficacia de las vacunas así como la temporalidad de su protección.
En febrero se iniciaron ensayos científicos en Reino Unido sobre la combinación de dos vacunas distintas contra el SARS-CoV-2, en prevención de eventuales problemas de suministro, pues la producción es insuficiente. Una segunda razón es para aumentar la eficacia del antígeno.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud, ante el anuncio de Francia de que pondrá la vacuna de Pfizer o Moderna a quienes han recibido una dosis de AstraZeneca, ha respondido que no hay suficientes datos para tomar esa decisión.
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Al ser vacunas producidas con la pandemia en marcha, se siguen realizando estudios sobre reacciones, eventos adversos, niveles de eficacia y posibles mejoras.
El director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, Gao Fu, citado por el Global Times el fin de semana, ha dicho que las tasas de protección de todas las vacunas del mundo a veces son altas y a veces bajas y que la mejora de su eficacia es una cuestión que los científicos de todo el mundo tienen que plantearse, por lo que sugiere pensar en ajustar el proceso de vacunación, así como el número de dosis e intervalos, y que se adopte la vacunación secuencial con distintos tipos de antígenos.
Es deseable contar con la vacuna más efectiva, sin duda, pero la realidad nos enfrenta a tener que inmunizar con la que esté disponible. El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que todas las vacunas y los medicamentos conllevan un riesgo de efectos secundarios; pero en el caso del COVID-19, el mayor riesgo es enfermar de gravedad y morir, frente a los riesgos muy pequeños relacionados con la vacuna.
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Ecuador, penúltimo en la región en cantidad de vacunas administradas a la población, debe emprender una campaña de comunicación eficiente que tienda a despejar las inquietudes de la ciudadanía. (O)