La oposición al régimen presiona con precisión de cirujano para capitalizar el descontento popular. Los problemas son muchos y la tensión política debe encontrar más de una válvula de escape.

La renuncia de Juan Carlos Zevallos era demandada por varios motivos. Él se mostraba renuente a dejar el Ministerio de Salud, y el presidente lo respaldaba. Pero ayer se conoció su renuncia justificándola “dada la situación política actual, y con el fin de posibilitar la continuidad del Plan Nacional de Vacunación”.

Desde que se declaró la epidemia de COVID-19 en el país, se han ido conociendo varios hechos cuestionables en el sistema de salud pública, se han denunciado contratos con presunción de corrupción en la compra de suministros médicos, falencias en la atención sanitaria, escasez de medicina, ineficiencia en la adquisición de vacunas y falta de transparencia en el plan de vacunación contra el COVID-19.

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Por este último tema, Zevallos guardó un silencio prolongado de casi un mes, cuando precisamente se requiere información para que la ciudadanía y los gobiernos locales sepan cómo conducirse ante la expectativa por la inmunización masiva que no pasa de proyecciones.

El presidente Moreno ha dicho que hay quienes solo ven los errores, pero que él prefiere “recordar al ministro que aceptó la difícil tarea de conducir la salud del país en la peor crisis sanitaria que vive Ecuador y el mundo, y que con trabajo y sacrificio ayudó a salvar cientos de miles de vidas”.

La renuncia no desvanece las críticas acumuladas durante su gestión de once meses. Los juicios políticos que se tramitan en la Asamblea Nacional en contra de Zevallos por incumplimiento de funciones en la adquisición de vacunas contra el COVID-19, por mal uso de recursos públicos y por tráfico de influencias en la distribución de vacunas, continuarán pese a su dimisión. Quien lo remplace deberá contar no solo con conocimientos y experiencia sino también ser capaz de corregir la política de salud del gobierno de Lenín Moreno. (O)