Es comprensible que el sector hotelero y gastronómico intente maximizar sus ingresos durante los feriados y las vacaciones escolares, tanto en la región Costa como en la Sierra. Esto ocurre en muchos países y responde a una lógica de oferta y demanda. Sin embargo, lo preocupante en el caso ecuatoriano es la frecuente desconexión entre la calidad de los servicios turísticos y los precios que se cobran.
Avisos que generan preocupación innecesaria
Podrán decir: “El que quiere celeste, que le cueste”, pero en un país donde el costo de vida ya es considerable resulta frustrante que hacer turismo local se haya vuelto un lujo. Lo mínimo que se esperaría es que los altos precios estén acompañados de un estándar de calidad acorde. Y ni hablar de los vuelos nacionales: para una familia, volar a destinos como Manta o Guayaquil puede costar lo mismo –o incluso más– que viajar al extranjero.
Todos queremos que el turismo en Ecuador crezca, porque sabemos que genera empleo, dinamiza la economía y puede convertirse en una herramienta poderosa para el desarrollo. También anhelamos mayor seguridad, que permita a visitantes nacionales y extranjeros recorrer el país con tranquilidad. No obstante, todavía estamos lejos de contar con una oferta turística sólida, diversa y, sobre todo, asequible para la mayoría de los ecuatorianos.
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El amor es la energía más poderosa
El Gobierno ha hecho esfuerzos loables, como reducir el IVA durante los feriados para incentivar el turismo interno. Aun así, algo falta. Algo que quizás solo el sector turístico puede responder: ¿qué se necesita para que viajar por Ecuador con razonable comodidad y buenos servicios sea una experiencia viable y satisfactoria para todos, y no únicamente para quienes tienen una “billetera gorda”? Porque lo cierto es que, muchas veces, quienes pueden pagar esos altos precios optan por vacacionar fuera del país, donde reciben servicios notablemente superiores. (O)
Miguel Pizarro, Quito