La resistencia antimicrobiana es uno de los mayores desafíos de la salud pública, pues limita la capacidad de los sistemas sanitarios para ofrecer atención efectiva y segura. Este fenómeno resulta de factores biológicos, ambientales y estructurales, y en la práctica clínica se traduce en la imposibilidad de aplicar protocolos terapéuticos cuando los fármacos recomendados no están disponibles, o cuando circulan bacterias multirresistentes, obligando a recurrir a antibióticos más potentes, costosos y/o tóxicos, aumentando los efectos adversos y la presión selectiva que favorece nuevas resistencias.

El espejismo del trabajo en salud

La falta de acceso a antibióticos de última línea para cepas con multirresistencia a los comúnmente usados refleja una falla estructural. En muchos países, los médicos deben ajustar esquemas según disponibilidad, recurriendo a carbapenémicos o cefalosporinas de amplio espectro. El uso repetido de estos fármacos acelera la resistencia y reduce opciones terapéuticas. A esto se suma el uso en cría de ganado, el uso irracional en la comunidad donde los antibióticos se adquieren sin receta o con prescripciones inadecuadas. Estas prácticas generan cepas resistentes que luego llegan al hospital, donde el ambiente clínico y la presencia de biopelículas facilitan la persistencia y transmisión de patógenos multirresistentes.

El impacto económico es elevado: los antibióticos de última línea son costosos y su suministro insuficiente genera inequidades y mayor mortalidad hospitalaria. En hospitales de segundo y tercer nivel, la interacción de microbiomas, dispositivos invasivos y tratamientos repetidos crea un entorno propicio para resistencias complejas. Además, el uso de antibióticos en ganadería y su diseminación ambiental incrementan el reservorio de genes resistentes que alcanzan a la población humana.

Publicidad

Responsabilidad médica, límites administrativos y falencias estructurales

La resistencia antimicrobiana se convierte en un indicador del funcionamiento del sistema de salud. Afrontarla requiere una estrategia integral: regulación estricta del uso de antibióticos en humanos y animales, disponibilidad de medicamentos esenciales, control de infecciones, educación sanitaria y vigilancia epidemiológica. Se requiere un enfoque coordinado y sostenible para preservar la eficacia de los antibióticos y garantizar una atención segura y equitativa. (O)

Galo Guillermo Farfán Cano, médico y máster en VIH, Guayaquil