El pasado jueves 30 de enero leí con sumo interés el artículo de opinión titulado ‘¿Películas dobladas o subtituladas?’. de Cecilia Ansaldo, autora de la columna, una de las más talentosas letradas de esta generación y ha puesto el dedo en la llaga. Muchas veces he redactado en mis críticas de películas el atavismo impuesto: olvidar los subtítulos e implantar el doblaje, el que ingresó en los años de la Segunda Guerra Mundial para Hollywood granjear simpatías con América Latina, pero se notaba que a veces los movimientos labiales no correspondían a las frases dichas.

¿Películas dobladas o subtituladas?

Luego se dieron cuenta de que no funcionaba y volvieron a los subtítulos. Tan bien impregnados al celuloide que los enmarcaban en cinta negra con letras blancas. Se volvió a leer (en silencio) y se tuvo tiempo para notar que todos seguían los diálogos sin perder las imágenes que se movían en el écran y hablaban con sus propias voces, dejaron de ser figuras artísticas con voz ajena.

Leí, en cierto momento, que esto se aplicaba –como favor a los países de limitada sapiencia– porque se pensaba y piensan que los cinéfilos juveniles de barrios menesterosos no pueden leer a velocidad. ¡Pamplinas!

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En la segunda parte de su loable artículo queda expuesto la falta de consideración hacia al público adulto: programar excelentes películas subtituladas en horas tardías, como si Guayaquil fuese una zona muy cercana a Disneylandia, donde todo es paz, diversión y tranquilidad.

Dónde ver las nominadas a Mejor película en los premios Oscar, en cines o streaming

Los distribuidores han agarrado el sistema de anunciar las películas en los celulares. Traté de volver a ver Emilia Pérez y jamás pude encontrar su horario, pero supe que venía una película de superhéroes, la que imagino se transmitirá en 10 salas desde las 11:00 y no a las 20:00. Mientras que para los adultos y miembros de la tercera edad es ¡a las ocho de la noche!

Añado algo para unirme a la gesta de Cecilia Ansaldo. Para quienes no vivieron en los años 50 les informo que estrenos y programaciones cinematográficas se anunciaban a través de la prensa. Eran tres páginas de los diarios guayaquileños (especialmente Diario EL UNIVERSO) donde se exhibían los afiches de las películas, precios, horarios y “dobletes”. Era muy fácil planificar esas visitas. Hoy a través del celular hay confusión y anuncios.

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No creo que sea oneroso publicar horarios y títulos en los diarios ecuatorianos, sería una ayuda para quienes gustamos de los largometrajes subtitulados. (O)

Jorge Suárez Ramírez, crítico e historiador de cine, Guayaquil