La Navidad es, por excelencia, el tiempo del amor, paz y perdón. Diciembre no es solo el cierre de un calendario, sino una invitación profunda a la reflexión espiritual y humana. Para la población cristiana, este tiempo nos recuerda el nacimiento del Niño Dios, acontecimiento que transformó la historia y dio sentido a valores universales como la solidaridad, la compasión y el respeto por el prójimo. Sin embargo, en medio del ruido social, la prisa cotidiana y las tensiones que atraviesa nuestra sociedad, pareciera que el verdadero significado de la Navidad se diluye. La amistad sincera, el respeto mutuo y la resiliencia se ven amenazados por la indiferencia, violencia, egoísmo y la pérdida progresiva del sentido comunitario.
La Navidad nos invita a detenernos, a mirar al otro no como adversario, sino como hermano; a sanar heridas mediante el perdón y a reconstruir vínculos desde el diálogo y el amor. No se trata únicamente de celebraciones externas, sino de un compromiso interno y colectivo con la paz.
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Desde esta tribuna del pensamiento y la justicia, exhorto con todo respeto a la ciudadanía ecuatoriana a recordar y revivir cristianamente el nacimiento del Creador de la naturaleza, en un ambiente de paz, amor y reconciliación. Hoy más que nunca, el país necesita corazones abiertos, palabras justas y acciones solidarias. (O)
Elio Roberto Ortega Icaza, mediador y abogado criminalista, El Coca