A propósito de la presente estación invernal (que es de características normales) es muy triste observar los efectos que produce en las zonas urbanas y rurales de la Costa ecuatoriana, lo cual desespera, en particular a los directamente involucrados que no solo ven perdidos sus trabajos, esfuerzos, obras, etc., sino que observan absortos la indiferencia de los Gobiernos de turno que atinan a decir solamente que el culpable es el agua; frente a lo cual hay que seguir defendiendo los mecanismos para terminar con el cuento de siempre. La Constitución, que considera la necesidad del aprovechamiento y control de los recursos hídricos y el desarrollo del sector agrícola, no solo constituye letra muerta sino que complementariamente el Gobierno anterior desmanteló instituciones de desarrollo regional que realizaron gran actividad por más de 40 años que fue borrada de un plumazo, para dar paso a la creación de entidades burocráticas que no hacen ni dejan hacer beneficio en el sector agrícola, y parece ser que están a la espera de que venga el fenómeno El Niño que permitirá establecer los “protocolos de emergencia” que gustan a muchos administradores. Debido a la indiferencia para aprovechar dicho recurso natural vital para nuestra supervivencia, y a la falta de cultura de control del agua, se requiere nuestra consideración para que no sea acusado de los contratiempos en las infraestructuras en general y no responsabilizarlo equivocadamente del colapso de muchas de estas. La situación se resuelve a través de grandes medidas estructurales que funcionen adecuadamente, que para este tipo de control tienen una relación beneficio/costo muy atractiva para su financiamiento, derivado de los daños evitados y del beneficio social cuya cuantificación sobrepasa los límites de una evaluación económica y financiera. (O)
Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil, Guayaquil