Existe una diferencia significativa en cuanto a la condición funcional de la permisividad de la actividad sexual en el sexo femenino y en el sexo masculino. Si bien es cierto que funcionalmente y en forma progresiva durante el periodo puberal de transición tiene un inicio en cierta forma gradual que se inicia a los 11 o 12 años para el sexo femenino con la primera menstruación y en los varones entre los 14 y 16 años cuando empieza a mostrar interés por el otro sexo, esto no quiere decir, a pesar de que desde un principio están en capacidad de engendrar nuevos seres desde el punto de vista biológico, esto no quiere decir que se ha madurado lo suficiente como para estar preparados para una responsabilidad materna o paterna de tener hijos.

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En casos aislados, y esto es un error que se mantiene como tendencia, los padres sin darse cuenta fomentan la posibilidad de embarazos indeseados, ya que previamente han permitido ciertas libertades que no son propias de la edad, como son las clásicas pijamadas de niños y niñas, o las ideas equivocadas de llevar a los varones a una iniciación precoz en sitios de tolerancia. En otras ocasiones a las niñas se las hace intervenir en eventos con vestimentas y coloretes de adultas, despojándolas de su derecho infantil de una edad de transición progresiva.

En las edades de transición pueden desgraciadamente ser niños y niñas víctimas de una iniciación sexual equivocada, que fatalmente los conduce funcionalmente a desvíos de su sexualidad, sean estos a una sexualidad precoz o a diversas formas de sexualidad equivocada que los apartan de su sexualidad biológica, conduciéndolos a modelos apartados y peligrosos. No se deben permitir manoseos físicos en ninguna circunstancia, ni de los padres ni familiares ni amigos en estas etapas de transición.

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El riesgo mayor lo constituye el embarazo no deseado y discapacitante para una niña que no está preparada para cuidar a un niño posteriormente al nacimiento, a más de que puede sufrir problemas limitantes para su futuro.

En forma general, el varón termina su proceso de maduración cerebral alrededor de los 23-24 años, y la mujer entre los 18 y 22 años, y solamente a partir de esa fecha puede mantener con buen juicio y criterio la calidad de ser padre o madre.

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Por lo tanto, todo niño que nazca antes de esta culminación fisiológica madurativa estará en desventaja en su crianza saludable. (O)

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Pedro Benjamín Posligua B., médico neuropsiquiatra, Guayaquil