La derrota de LDU de Quito ante Palmeiras (4-0), el pasado jueves 30 de octubre, fue humillante, desgarradora e inobjetable. Prácticamente fue un entrenamiento del Palmeiras ante un adversario que nunca le puso resistencia y falta de carácter para enfrentar una semifinal hacia el título continental.

El DT de los albos nunca descifró la estrategia de Palmeiras que prevaleció en el marcador de principio a fin, mientras que los blancos tuvieron una noche de Halloween viendo fantasmas que aparecían y desaparecían por todos lados, teniendo el gigantesco portero Domínguez que resignarse de ir a recoger por cuatro ocasiones el balón dentro de su arco.

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Los hinchas de Liga vieron a través de la pantalla como sus superjugadores eran superados por un tren de alta velocidad que recorrió el trayecto de los 90 minutos en medio de la algarabía de sus seguidores en un estadio lleno hasta las banderas.

Liga de Quito no pudo reeditar épocas pasadas y los dirigentes y DT pensaron que el equipo ganaría la Copa Libertadores sin despeinarse. Pareciera que nunca vieron imágenes de sus adversarios –como lo hacen los grandes equipos– antes de enfrentarlos y especialmente cómo se desempeñan en el campo de juego no de arcilla sino de otro césped artificial, donde el balón corre a mayor velocidad.

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La contundente derrota es una lección para directivos y jugadores de los equipos de primera categoría del fútbol ecuatoriano, rellenados con estrellas nacionales y extranjeras que terminaron estrellándose ante un equipo superior y que no se enfrentaban a equipos mediocres del torneo nacional. (O)

Francisco Medina Manrique, periodista, Guayaquil