Escribo esta carta casi al finalizar octubre, mes de mucha importancia para los ecuatorianos, especialmente para los guayaquileños, porque celebramos y recordamos la libertad de una ciudad que avanza al paso de los días con el esfuerzo, trabajo y amor de su gente, venciendo grandes obstáculos, con grandes metas por cumplir y para conseguir mejores días para todos, es el verdadero ejemplo de ciudad cosmopolita, turística, histórica, forjada y renaciente ante el mundo.

El sol radiante inicia y calienta la mañana de la bella Guayaquil y de tarde se refresca con aires del golfo, nos recuerda que estamos a inicio del cambio de estación, estos fenómenos naturales permiten mantener fresca la ciudad en octubre, que es un mes de transición de la estación seca a la de lluvia, parece que todo se une, se compagina para formar una amalgama de belleza sin igual, de alegría desbordante en esta fecha tan importante para todos lo guayaquileños y ecuatorianos al recordar y celebrar la independencia de esta hidalga y noble ciudad, que emerge como una perla que resplandece en cada amanecer.

Guayaquil celebra 205 años de libertad, somos libres como el viento, vivimos con alegría, trabajamos con amor para engrandecerla. Aquí nacieron grandes héroes.

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Guayaquil canta “eres perla que surgiste del más grande ignoto mar”... Son los versos más bellos escritos por quien ama y agradece a esta noble ciudad que nos cobija cual madre al nacer su hijo.

Somos muchos los migrantes que llegamos de todas la ciudades del Ecuador y que encontramos nuestros caminos, nuestros destinos y que en gratitud la servimos con nuestro trabajo digno y honrado para engrandecerla y amarla. Aquí nacieron nuestros hijos que son los simientes de nuevos amaneceres, convirtiéndose en su primer jardín de ensueños y desde cualquier parte del mundo en que se encuentren en sus corazones no olvidan el cantar de los cantares: “guayaquileña, linda florcita de primavera”, “guayaquileño madera de guerrero”...

Guayaquil ama cual madre que acaricia y protege a sus hijos, a pesar de soportar tantos momentos tristes vividos. Surge como perla de brillante nácar salida del mar, no te desvasta el olvido ni el maltrato, ni los atentados sufridos últimamente, estruendos y cruel dolor de quien traiciona a su patria, pero, asimismo, con resiliencia y amor seguimos adelante porque del dolor nacen las más grandes victorias y los más bellos amaneceres.

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Quien ama a Guayaquil sabe de gratitud, ha sentido la caricia de la brisa y visto el remanso del río Guayas que sutilmente acaricia la ciudad.

Gracias Guayaquil. (O)

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Alicia de Jesús Carriel Salazar, docente jubilada, Guayaquil