El pueblo ecuatoriano dijo no al cambio hacia una nueva constitución que prometía fortalecer la protección del ciudadano común, ordenar las instituciones y marcar un nuevo rumbo para el país. Ese no no surgió de un solo motivo, sino de varios factores que se entrelazaron y terminaron inclinando la balanza.

Muchos analistas coinciden en que la desinformación jugó un papel determinante. En un escenario dominado por la campaña del miedo y la falta de pensamiento crítico para investigar más allá de un video viral, las percepciones emocionales pesaron más que el debate técnico. Gran parte de la población votó movida por tendencias políticas y no por el contenido real de la propuesta.

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Un sector del país no dimensionó el impacto histórico que podía tener una nueva constitución. Además, existe un evidente agotamiento social: años de crisis y confrontación política generaron desconfianza hacia cualquier cambio profundo, incluso si buscaba ofrecer más seguridad, justicia y orden institucional.

Ecuador perdió la oportunidad de reescribir su historia desde la raíz. Queda la sensación de que algo grande pudo empezar. Un proyecto de país quedó en pausa y la pregunta es si algún día tendremos la valentía y la claridad para transformar el futuro desde sus cimientos. (O)

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María Belén Gálvez Carmigniani, comunicadora social, Quevedo