Guayaquil es mi grata ciudad y bella tierra. Está ungida por una primavera eterna, es asilo de quien honra su bandera; yacija de quien vive en la utopía. Su suelo es ambrosía para los extraños y quimera de quien busca una aventura.

Un amor no se olvida con los años, y a quien llega al seno de Guayaquil con engaños, le espera del Señor la desventura. ¡Feliz día tierra mía! (O)

Charles A. Freire Montjoy, abogado, Guayaquil