En una sociedad podemos ver los currículums de jueces, autoridades, funcionarios y hasta de presidentes, sin embargo todos esos logros deben complementarse con otras virtudes. Es decir, puedo ser un juez competente, pero debo usar el sentido común, la lógica y el raciocinio para determinar un asunto que se acople con el bien general. Muchas veces nos dejamos llevar por una ley escrita o redactada con defectos y por personas con defectos de criterio en la formulación de leyes y reglamentos y simplemente obedecemos lo que está escrito. Nuestra inteligencia debe tener como pilar fundamental el dilema moral. En otras ocasiones, por ejemplo, por estar en un asiento judicial, o gerencial, nos hace sentir como que estamos en un trono real, y hacemos contraposición, motivada por el orgullo y envanecimiento del corazón. Ese orgullo nos hace tener conductas selectivas, afectando negativamente a la mayoría. Vivimos en una realidad de cambios de paradigma, donde a lo bueno decimos malo y a lo malo decimos bueno. Muchos creen que se puede abusar de hacer lo malo, creyendo que todo queda aquí en esta vida y sintiendo que evadiremos responsabilidades mediante astucias, pero de los juicios de Dios sí será imposible escapar. (O)
Édgar Saldaña, Guayaquil