Cómo llegamos a este punto en el que salir a trabajar, caminar por la calle o simplemente esperar el bus se ha vuelto una actividad de riesgo en Ecuador? La delincuencia ha rebasado los límites y lo más triste es que, poco a poco, hemos comenzado a verla como parte de lo cotidiano.
Nos preguntamos: ¿por qué tanta inseguridad?, ¿qué falló? Es fácil culpar al Gobierno, a las autoridades, al sistema. Y sí, hay una gran responsabilidad ahí. Pero también debemos preguntarnos qué estamos haciendo nosotros como ciudadanos. ¿Estamos educando con valores? ¿Estamos respetando las normas? ¿Estamos siendo parte de una comunidad que se cuida o simplemente vivimos con indiferencia mientras el miedo nos gana?
La esencia del ser humano: en busca de la felicidad
La violencia no comienza con un asalto, muchas veces nace con pequeñas acciones que dejamos pasar: la trampa, la viveza criolla, el “todos lo hacen”. Si normalizamos lo incorrecto, no podemos sorprendernos cuando el país entero se desmorona.
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No se trata de vivir paranoicos, pero sí conscientes. No se trata de culpar, sino de construir. Si no cambiamos nuestra actitud desde casa, desde el barrio, desde cada decisión diaria, seguiremos atrapados en un país sin paz.
Volver a conmovernos: antídoto contra la deshumanización
No podemos permitir que vivir con miedo sea la nueva normalidad. Merecemos más. Pero ese cambio no se da solo con leyes ni con policías en las calles. Comienza cuando cada uno decide hacer lo correcto, incluso si nadie lo está viendo.
Reflexionemos. Actuemos. Y no perdamos la esperanza en el Ecuador. (O)
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Doménica Delgado Morla, Guayaquil