Sorprendió el sábado en la mañana como a las once, en la avenida Víctor Emilio Estrada, en la ciudadela Urdesa, la presencia de un señor vestido con un jean, una camiseta mangas largas, gorra y mascarilla, caminando con un tanque de plástico en la espalda, regando con una manguera un producto con un olor un poco fuerte. En tiempos de pandemia era necesario que fumiguen por lo menos algún lugar de la ciudad aparte de los suburbios.
Lamentable era que los fumigadores no estén bien protegidos con trajes especiales, como, asimismo, que no avisaron unos días antes y ese mismo día unas dos horas antes, por los medios de comunicación y con altoparlantes en camionetas, que iban a fumigar, con el objeto de cerrar puertas, ventanas, detener el trabajo o la actividad por unos minutos hasta que pase el fumigador y el olor del producto. Ciertos moradores recién habíamos tendido en los jardines la ropa recién lavada; estaban abuelos y padres sentados –de la tercera edad– tomando sol (vitamina C, que se necesita para que el COVID no coja fuerte); negocios abiertos de ventas de comida con clientes degustando sánduches, dulces, panes, bebiendo refrescos, etc., fueron sorprendidos, tuvieron incomodidad. Agradecemos mucho por la fumigación, ya era hora, ya que desde que existe la pandemia mucha cucaracha, rata, salen por las alcantarillas públicas. Los ciudadanos pedimos que informen antes de fumigar. (O)
Malena Victoria V. de Zurita, Guayaquil
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