“Resulta incomprensible que haya personas que desprecien los usos, el quichua y la cultura misma de las comunidades indígenas, olvidándose que son elementos constitutivos de la nación”, señalaba el “alcalde de la modernización”, Luis Torres Carrasco (L. F. Torres, 2025).
En medio de los desencuentros que hoy se vive entre el Gobierno nacional y aquellos pueblos y comunidades del país con demandas inveteradas, urge un diálogo con respuestas e indicadores concretos. Entre los problemas que necesitan la atención de nuestras autoridades están que el 28 % de la población vive bajo la línea de pobreza, según datos de 2024; o que el 33,4 % de los niños indígenas menores de 2 años sufre desnutrición crónica infantil, frente a un 2 % entre niños mestizos (G. Ruiz, 2025).
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Todos tenemos de ‘collas y pallas’. Otra gran frase en este gran libro publicado por la Corporación Autogobierno y Democracia señala que hace 2.000 años se hallaron restos arqueológicos de una antigua civilización en el valle del río Upano, cerca de la ciudad de Macas, donde había “casas y edificios consolidados, rodeados de jardines y campos” (Science, 2024). O que los ambateños usaron, tras el terremoto de 1698, “una acequia que la habían trabajado los santarroseños desde el Carihuayrazo –de una acequia que los incas habían trabajado antes de la llegada de los españoles– y la prolongaron hacia su poblado en el socavón”.
Muchas razones para ser orgullosos de nuestra identidad, al leer este libro Ambato en la vida de Luis Torres Carrasco, que retrata a un personaje que marcó la historia de Ambato, y que nos enseña, desde su natural elegante proceder, que no se necesita sino humildad y entrega para servir, junto con su ‘familia íntima’, a los más vulnerables, incluyendo nuestros pueblos aborígenes, que se presentó el pasado viernes 17 de octubre en la Casa de Montalvo, en la hermosa tierra de Ambato. (O)
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Diego Fabián Valdivieso Anda, economista, Quito