Por años la albañilería estuvo reservada a los hombres, pero Sara, una migrante hondureña en España, es una de las mujeres que ha roto este prejuicio.

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Comenzó pintando. Luego se adentró a la albañilería. Todo lo aprendió desde cero por lo que está convencida en que no hay imposibles cuando se quiere aprender.

Los turnos son de 8:00 de la mañana a las 18:00 horas.

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“No hay que decirle las cosas dos veces”, dice su jefe. “No se echa patrás con nada”, remata.

En una entrevista que Sara, entonces con 36 años, le concedió a Quique Vásquez para su programa en Youtube, Historias de Migrantes, contó que comenzó en España como la mayoría, trabajando como empleada doméstica.

“Ningún trabajo es para hombres, los trabajos son para personas, todo depende si tú lo quieres desenvolver”, afirma de entrada Sara.

Antes de ser albañil Sara trabajaba cuidando ancianos

Sara migró a España en 2019. “Trabajé como empleada de hogar como todas las chicas que llegamos aquí, que venimos a eso, pero dije no me gusta, no nací para estar trabajando en una casa”, cuenta.

A partir de su inconformidad con lo que hacía buscó trabajo en el área de la construcción.

“Mi primer trabajo fue cuidando una pareja de ancianos, estuve 11 meses en esa casa interna trabajando de lunes a domingo, y pues no hay vida”, relata.

También cuidó un niño. Le pagaban 200 euros al mes. Recuerda que era 2020 con la pandemia de covid y como no había trabajo lo aceptó porque los ahorros se agotaban.

Aunque es un trabajo duro, en la construcción, dice, queda más espacio para vivir. Se desempeña como ayudante. Su meta es poner su propia empresa, para ello ha hecho cursos con miras a expandir sus habilidades como albañil.

“Es muy pesado pero me encanta, todas las mañanas me levanto con muchas ganas porque cada día hay algo nuevo que hacer, y eso no te aburre”, agrega.

De las cosas más difícil que hace es levantar peso. Un saco de cemento pesa de 30 a 35 libras. “Es lo más difícil”, señala.

“A veces creen que una chica no lo puede hacer”

Sara dice que puede dar miedo, pero le dice a otras mujeres que si tienen la oportunidad que lo hagan.

“Lo más difícil es que los compañeros tengan empatía con una, porque a veces creen que una chica no lo puede hacer”, explica.

Mis jefes no han permitido que me falten el respeto y los que lo han hecho han salido de la empresa... me ha tocado con latinos, con marroquíes que se han querido sobrepasar porque soy chica

En la construcción se gana mucho mejor que una chica que trabaja de interna o de externa.

Sara gana como sueldo base de 1.200 euros al mes. Con horas extra puede redondear unos 1.500 euros.

En su país Honduras jamás pensó en dedicarse a la albañilería. De hecho no tenía la menor idea de lo que implica ser albañil.

Sara dice que gracias a este trabajo puede ayudar a su madre en Honduras. (I)

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