Un estudio en la base Rothera, al noroeste de la Antártida, reveló que tras seis meses de aislamiento, los trabajadores comenzaron a modificar su forma de hablar, mostrando pequeños cambios en la pronunciación de algunas palabras.

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Los registros mostraron que las diferencias entre el acento británico, alemán o galés comenzaban a desaparecer, a la vez que surgía un vocabulario propio que reforzó la identidad del grupo y se distanció de quienes no vivieron en el hielo.

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Inventaron palabras se volvieron códigos internos. Foto: Unsplash

El “acento antártico” que detectaron los científicos

Los investigadores descubrieron que ciertos sonidos, como el “ou” en la palabra “flow”, comenzaron a pronunciarse de forma distinta después de medio año hablando solo entre ellos. Los cambios eran poco evidentes, pero los análisis acústicos confirmaron el cambio, reseña ZME Science.

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El fenómeno no llega a consolidarse como dialecto porque cada misión científica reúne a un grupo distinto y, al terminar, el proceso se reinicia. Sin embargo, la Antártida continúa funcionando como un laboratorio natural del lenguaje, donde cada temporada ofrece un nuevo experimento.

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La convivencia también generó un argot exclusivo: decían “smoko” para referirse a una pausa para tomar café, “dingle day” para cielo despejado y “fox hat” para noche de cine. Estas palabras se volvieron códigos internos que reforzaron la identidad de los trabajadores.

En la Antártida el fenómeno no termina de consolidarse porque no pasa de generación en generación, pero revela cómo nacen los acentos. Foto: Unsplash

No es la primera vez que pasa algo así: los habitantes de Tristán de Acuña y las islas Pitcairn también adoptaron dialectos únicos. En la Antártida el fenómeno no termina de consolidarse porque no pasa de generación en generación, pero revela cómo nacen los acentos.

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