Adolfo Castilla, ESCP Business School

“A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos”, escribió hace más de 400 años el gran Lope de Vega, Fénix de los Ingenios. Es un largo recorrido este de las soledades que, en mi caso, he hecho confinado en un pueblo de la sierra de Guadarrama.

En mis reflexiones he buceado en busca de una verdad que pudiera aportar algo de luz sobre lo que está ocurriendo y, sobre todo, lo que ocurrirá después de que esto pase; si es que pasa. Pero la Verdad, con mayúsculas, como decían lo románticos alemanes, solo está en la poesía y en el arte, pues los poetas y los artistas son los mensajeros de los dioses.

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Eso deberíamos ser todos hoy, poetas y artistas, si queremos respuestas sobre la crisis sanitaria actual y sobre lo que ocurrirá en el mundo tras ella. Mientras tanto, mientras nuestra alma artística y poética lucha por salir, algunos de nosotros, aprendices de asuntos más corrientes como la economía, la empresa, la sociedad, y en suma de todo, la prospectiva, buscamos aproximarnos a la verdad por vías algo más prosaicas.

Esta última, la prospectiva, es la raíz y el corazón que alienta las reflexiones volcadas en este artículo. Prospectiva no como la búsqueda de predicciones precisas, sino como el planteamiento de conjeturas y escenarios que nos permitan actuar frente al futuro con efectividad. Disciplina concebida, curiosamente, en la Francia ocupada de los años 40, en tiempos aún más apocalípticos que los actuales, de una sagaz reflexión: “no somos libres hoy, pero nuestra mente sí puede serlo, y nuestra imaginación es capaz de definir y diseñar un futuro mejor”.

La vida del hombre, corriendo lineal e inexorable en las aguas inclementes de un tejido temporal imposible de detener, enfrenta a cada paso nuevos y más complejos problemas. Como estamos comprobando en estas últimas semanas, al desconcierto inherente que provocan este tipo de situaciones, hay que añadir el surgimiento de nuevos problemas asociados, que vienen a agravar más una situación ya de por sí complicada.

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Incapaces de plantear soluciones para resolver la crisis

Problemas como la falta de experiencia de los que deben actuar, errores de organización y actuación, escasez de recursos, problemas sociales de distinto tipo, problemas económicos, etcétera. Superados por la evolución de la crisis, formal y temporalmente, nos vemos incapaces de plantear soluciones para resolverla, y en la tremenda inopia desesperada que vivimos, nos es imposible discernir qué deberíamos hacer una vez superada la crisis.

La prospectiva es, en ese sentido, un simple truco lógico que puede practicar cualquier persona. Truco que conforma el corazón de una disciplina, que se centra en hacer conjeturas alternativas sobre el futuro de algo y traerlas al presente para que nos ayuden en la toma de decisiones.

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Por tanto, el papel de la prospectiva no es acertar, sino conjeturar que algo malo, o bueno, puede ocurrir. Si tal conjetura se formula en el presente y basándose en ella se toman buenas decisiones con el resultado de evitar la ocurrencia del mal acontecimiento, habremos tenido éxito.

Sobre la situación actual, más que respuestas, lo que todos barruntamos es una plétora de preguntas, reflejo fiel de nuestra común perplejidad.

1. El aspecto científico: ¿estamos dando palos de ciego?

Primero, en cuanto al origen de la pandemia, a su inevitabilidad, a su alcance y a este atroz sentimiento de indefensión. ¿Es posible que nuestro mundo científico increíblemente avanzado pueda sucumbir con tamaña facilidad a un enemigo microscópico? ¿Cuándo será posible disponer de una vacuna? ¿Cuándo contaremos con fármacos y tratamientos eficaces ¿Existen de verdad los expertos o estamos dando todos los mismos palos de ciego?

Entre las respuestas que uno encuentra en los océanos informativos, predominantemente digitales, muchas coinciden en que, desde el SARS y otras pandemias potenciales como el zika, el dengue o la gripe 3, se han perdido oportunidades de encontrar soluciones, simplemente porque las prioridades cambiaron una vez solucionada la crisis y los presupuestos para investigación pasaron a otros temas.

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En cuanto a los antivirales y tratamientos en pruebas, sencillamente no hay ninguno que haya demostrado todavía una efectividad real. La realidad impresiona y alimenta aún más si cabe nuestros miedos, porque, ¿quién nos asegura que no aparecerá uno de estos virus cada seis meses?

2. El aspecto humano

El segundo aspecto sería el humano. ¿Qué hacemos en cuanto a los que pierden a sus familiares de la forma más inhumana que se pueda pensar? Habiéndolos sentido morir, solos, sin atención personal, sin abrazos y sin cariño. No sabiendo siquiera donde reposan sus cadáveres.

¿Qué hacer con la enorme población que vive de su trabajo y de sus ingresos diarios y se queda literalmente sin nada?

¿Podrán las medidas económicas anunciadas servir de algo?

3. El aspecto económico: ¿Una salida limpia de la crisis?

El tercero de estos aspectos sería el económico; el económico inmediato y el económico a corto y medio plazo. Sobre la economía, al menos, se pueden plantear algunos escenarios con un grado mayor de seguridad. El primero, el más obvio hoy, que la recesión será importante y se notará, primero en el presente año y, dependiendo de la actuación pública y privada, se extenderá a los siguientes.

Para el presente año ya hay cifras bastante consensuadas, por cada mes de reclusión y de parada de la actividad económica el descenso del PIB será del dos por ciento. Si tomamos como referencia el 1,5 % de crecimiento previsto antes de la crisis para este año y consideramos dos meses de parada de la actividad económica, obtenemos una recesión de, por lo menos, el -4,5 %. Es decir, similar a la del año 2009.

Aunque algunas instituciones anuncian cifras peores, por ejemplo, un decrecimiento del PIB de entre el -5% y el -9%. Con un déficit público que puede llegar al 11 por ciento y un desempleo que puede situarse de nuevo en cerca el 26 por ciento de la población activa que se alcanzó en 2012.

En cuanto a la salida, puede ser en forma de V, con más o menos inclinación en la parte de recuperación, en el supuesto de una salida limpia de la pandemia; o en forma de U, si la salida es sucia, es decir, gradual, alargada en el tiempo, con posibles rebrotes de las infecciones, etcétera.

4. El aspecto tecnológico y el papel social

Como cuarto aspecto, deberíamos hablar de la sociedad, con una implicación crucial de la tecnología. Algunos interpretan mal la crisis y vuelven sus miradas a lo público como solución. ¡Craso error! La solución debe estar, de una vez por todas, en la sociedad civil, o en lo que yo llamo, de la mano de Amitai Etzioni (nacido en 1929), sociedad activa.

La crisis nos está indicando que puede ser así, por ejemplo, con el uso masivo de las nuevas tecnologías. La digitalización, antes un término difuso, lejano para muchos individuos y empresas, es hoy una realidad y una necesidad forzada por las circunstancias. Nuestra supervivencia, nuestro trabajo y nuestros ingresos dependen de esta conexión digital sin límites ni barreras, y dependerán aún más en el futuro.

5. El aspecto político: La democracia tiene que mejorar

Un aspecto más, el quinto, sería el político en general. Muchos dicen que esta crisis está demostrando la importancia de lo público y que el futuro debería ser estatalista, intervencionista y de servicios públicos generalizados. No se puede negar al respecto la importancia de unos servicios de sanidad públicos, como tampoco la necesidad de potenciar nuestra sociedad del bienestar.

Pero tendremos que encontrar la forma de que ello no signifique nuestra dependencia de políticos, y gobernantes, elegidos al vuelo, sin experiencia en tareas de gobierno y sin capacidad para actuar en situaciones difíciles. La democracia tiene que mejorar. Y quizá, en esta nueva era digital recién confirmada sin remedio, el futuro de todas las sociedades abiertas y libres pase por hablar ya de una nueva democracia digital, apoyada en la tecnología y los datos.

Escenarios alternativos

Ese presente lleno de incertidumbre que acabamos de describir puede recibir algún elemento positivo y optimista, aunque también puede haberlos de esencia mucho más negativa, si miramos al futuro. No tendremos, por otra parte, ningún futuro brillante sino lo construimos nosotros mismos.

A lo largo de este artículo hemos hablado de cinco escenarios alternativos, considerando aspectos fundamentales de nuestra civilización, los cuales quedan resumidos a continuación.

Combinamos en todos ellos dos posibles ejes: 1) relativo a la duración de la crisis, con dos dimensiones, corta duración y larga duración; 2) relativo a la gravedad, con otras dos dimensiones, poca gravedad, elevada gravedad.

  • Escenario 1: Salida limpia de la crisis y rebote económico. Probabilidad subjetiva: 40 por ciento.
  • Escenario 2: Salida sucia de la crisis, con medidas protectoras, controles y actividad restringida durante un tiempo. Probabilidad subjetiva: 30 por ciento.
  • Escenario 3: Corta duración, pero de alta gravedad. Probabilidad subjetiva: 15 por ciento.
  • Escenario 4: Crisis larga y grave, con existencia de exigencia de cambios generalizados en nuestros sistemas de funcionamiento, incluidas nuestras formas de gobierno. Probabilidad subjetiva: 10 por ciento.
  • Escenario 5: Una mezcla de los anteriores. Probabilidad: 5 por ciento.

Lógicamente, hay que elegir el escenario 1, que, por supuesto, no depende solo de nuestra voluntad, pero al que podemos acercarnos actuando correctamente. Y aprovechar, desde luego, para enderezar el “fuste torcido de la humanidad”, del que habla Isaiah Berlin, en su libro del mismo título.

La versión original de este artículo ha sido publicada en TELOS, la revista de Fundación Telefónica.

Adolfo Castilla, Catedrático de Economía Aplicada, ESCP Business School

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.