El sustento de muchas mujeres indígenas campesinas de las comunidades imbabureñas es el bordado de obras de arte en prendas de vestir.

Pese a que la tecnología ha ganado espacio en el mercado nacional e internacional, un grupo de mujeres indígenas se resiste a dejar el bordado a mano por el computarizado.

Con los movimientos de sus hábiles dedos, ellas dan formas a flores y diseños propios de la vestimenta de sus pueblos.

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Son de comunidades de Zuleta, Angochagua, Caranqui y otros pueblos asentados en las faldas del volcán Imbabura, al suroriente de Ibarra. Y así alternan sus actividades agrícolas y del hogar con el bordado.

Las madres les enseñan el oficio a sus pequeñas hijas y estas lo transmiten a sus descendencias. A partir de los 8 años, a las niñas les indican cómo tomar el hilo y la aguja en las manos para plasmar las coloridas figuras en las telas que luego se convertirán en blusas de sus atuendos tradicionales.

Teresa Casa cuenta que en su familia son cuatro generaciones dedicadas a bordar a mano, como hacían sus ancestros. Ella y su hija Laura han posicionado la marca Catelina, que rescata esta labor ancestral y manual.

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“No queremos que esta hermosa actividad que ayuda (también) a las personas como terapia para desestresarse desaparezca”, comenta, con nostalgia, Casa.

Por eso que dicta talleres de bordado a mujeres de diferentes edades, enseñando la técnica del relleno Zuleta.

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Ella crea sus diseños. Los dibuja a mano en prendas de vestir como camisas, vestidos, blusas, guayaberas, ponchos y más. Luego los distribuye en las comunidades para que las mujeres indígenas borden. De ahí los lleva a venderlos a Quito.

En la actualidad también bordan apliques que son colocados en bolsos, carteras y bisuterías elaboradas a mano.

A Casa, en el 2015 el Banco de México le otorgó el título de grandes maestros del Arte Popular de Iberoamérica.

“Es un orgullo y a la vez una gran responsabilidad haber obtenido este reconocimiento, por eso quiero compartir mi conocimiento con más personas, para que este arte tan lindo no desaparezca”, expresa.

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María Guamán, una de las bordadoras, recuerda que su madre le enseñó este arte. “Ahora yo enseño a mi hija que está en la escuela y en las tardes se da un tiempo para bordar”.

Estas mujeres reciben el pago por prenda bordada. Y como no saben confeccionar las prendas, ni dónde venderlas, dicen, trabajan con personas como Casa, que les ayudan a distribuir sus artes.

En las comunidades indígenas hay almacenes y ferias comunitarias. Ahí los artesanos ofertan monederos, carteras y bolsos bordados a mano con precios desde $5 hasta $30.

También hay camisas para hombres con diseños exclusivos, valoradas en $180. Otros modelos con bordados sencillos cuestan $40 o más, dependiendo la cantidad del bordado y del diseño.

Hay blusas de mujer y vestidos para niñas desde $15 hasta más de $50. Y accesorios como aretes, collares, pulseras y otros, desde $7. (F)