Cientos de personas se reunieron este domingo en la mañana en las calles de Santiago para una versión particular de la maratón que con dorsales formados por caras de los detenidos desaparecidos en dictadura pretende luchar contra el negacionismo y el olvido.

Se estima que unas 30.000 personas participan de la maratón de Santiago, uno de los eventos deportivos más importantes de la ciudad. Pero con un fin que transciende lo deportivo y lo convierte en un ejercicio de memoria, unas cuatrocientas se juntaron de forma paralela a recordar a aquellos que desde el tiempo de la dictadura ya no están más y cuyos restos aún no se encuentran: los 1.201 detenidos desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) que aún existen registrados en el país.

En algún punto las dos maratones se cruzan y se aplauden mutuamente, unos animando a los deportistas, los otros a los que recuerdan un episodio negro de la historia del país que muchos prefieren olvidar, o incluso, que algunos, más de 45 años después, aún niegan.

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“En un espacio deportivo como es una maratón nos hemos instalado con los rostros de nuestras desparecidas y desaparecidos para repudiar la impunidad y repudiar cualquier acción que busque que el negacionismo sea una realidad en Chile”, explica a The Associated Press Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, organizadores del evento. “Fue un bloque contundente de gente que partió a correr por verdad y justicia, para que nunca más”, señaló.

Valeska Areya Román, de 43 años, dijo que sus dos abuelos desaparecieron bajo la dictadura.

“Venimos a correr por los derechos humanos por todos los detenidos desaparecidos”, continúa, “esto es súper importante (...) que Chile se dé cuenta de que aquí están los detenidos desaparecidos”, añadió, casi sin poder contener las lágrimas, portando retratos de los desaparecidos.

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Juan Manuel Palacios, de 46 años, uno de los corredores, dijo que “yo nací en dictadura, me tocó pelear contra la dictadura, y creo que lo peor que le puede pasar a un país es olvidar, olvidar lo que pasó, a sus muertos y héroes, es lo peor porque si no podemos repetirlo, y esto no puede pasar de nuevo en Chile, nunca más”.

En el Parlamento chileno una iniciativa logró incluir una indicación a un proyecto de ley de incitación contra la violencia que penaría con multas y cárcel a aquellos que nieguen las violaciones de derechos humanos ocurridas durante la dictadura.

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“Es importante para mí que podamos construir el futuro en base a la memoria, y es importante que en Chile nunca se olvide que pasaron estos crímenes atroces y que todavía mueren madres sin saber dónde están sus hijos, familiares que todavía no encuentran respuesta alguna y dónde todavía hay impunidad” dijo Carolina Araya, de 34 años.

“Es importante que no perdamos esa conciencia como sociedad”, señala, afirmando que aunque no tiene familiares ella misma si ha visto de cerca a través de amigos queridos ese dolor “del que no podemos hacernos cómplices, tenemos que gritarlo”.

Carolina participa en la maratón portando la cara de Mario Quezada. Nunca lo conoció, pero buscó su historia. “Mario tenía 32 años cuando lo detuvieron y lo torturaron en Villa Grimaldi y luego desapareció y su familia nunca supo nada más de él, eso no puede volver a pasar”, afirma.

En los huecos entre grupos de corredores se cuelan de vez en cuando personas con camisetas blancas y rostros de desaparecidos. Su nivel físico es menor, caminan y trotan levemente en relación a los maratonistas oficiales.

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Pero su carrera personal no es de menor aliento, es más una larga y extenuante carrera de fondo. (I)