A 2.850 metros sobre el nivel del mar (msnm) y en las faldas del Rucu Pichincha, San Francisco de Quito se anida entre montañas. Su ubicación geográfica no solo la convierte en la segunda capital más alta del mundo, después de La Paz - Bolivia, también es un mirador natural por excelencia, gracias a su ubicación geográfica.

Para observar al Quito colonial, lleno de religiosidad e historia, basta con visitar los miradores que sus elevaciones bajas como El Panecillo o Itchimbía ofrecen, para apreciar el crecimiento prolongado hacia los extremos sur y norte, la mirada desde Cruz Loma es privilegiada, luego de subir en uno de los atractivos turísticos de la capital: el Teleférico.

Y aunque desde El Panecillo (3.000 msnm) y el Itchimbía (2.910 msnm) se visibilizan varias elevaciones del callejón interandino, no hay lugar más hermoso para recrear la vista de una parte de los Andes que la cumbre del Rucu (viejo, en kichwa), a 4.696 msnm.

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Desde el Rucu, elevación que además es paso obligado para los montañistas capitalinos como principiantes o para mantener la altura, como lo comenta el montañista y escalador Diego Quinchimbla, se pueden repasar las cumbres de más de quince elevaciones.

Cubiertas de nieve o de colores rocosos y con un cielo despejado, se visibilizan montañas como Cayambe, Sincholagua, Los lllinizas, Cotopaxi, Puntas, Chimborazo y Carihuairazo, entre otros.

El Panecillo es un mirador que tiene una de las esculturas más representativas de Quito: la Virgen alada, desde cuyo balcón se puede divisar el norte y sur. En diciembre, el sitio se torna navideño porque el Municipio del distrito arma figuras metálicas que se iluminan en la noche y recrean el nacimiento de Jesús.

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El Panecillo se convirtió en un lugar más turístico desde que se permitió la ubicación de locales de comida para altos y bajos presupuestos, al igual que en Itchimbía, donde también está una estructura de vidrio utilizada para eventos.

La oferta gastronómica en Itchimbía incluye platos típicos de la serranía, el canelazo y se combina con grandes paredes de vidrio en sus restaurantes que permiten observar a detalle las casas de teja, las calles estructuradas en manzanas de tamaño estandarizado y las cúpulas, iluminadas en la noche, de la mayoría de iglesias, ubicadas en el centro de Quito.

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Si la vista nocturna es espectacular, recorrer las calles de estilo colonial no deja de ser una experiencia mágica, sobre todo en las noches, barrios como La Ronda o San Blas se han convertido en puntos de diversión con bares, discotecas y restaurantes. Al salir, los caminantes pueden disfrutar del silencio en calles iluminadas y vacías, lo cual permite hacer un recorrido histórico, debido a que en varias casas del centro existen placas explicativas de las personas que vivieron o los acontecimientos que allí ocurrieron.

La manabita María Dolores Alcívar, quien vive en Quito por razones profesionales hace varios meses, expresa que el Centro Histórico le parece “increíble”. “Caminar por esas calles es como estar en una película antigua, ir a los museos, a las iglesias con sus campanarios, te transportan al pasado”, añadió Alcívar. 

Atractivos de las parroquias rurales de la capital

El Distrito Metropolitano de Quito cuenta con 33 parroquias rurales que, por el clima y ubicación geográfica variada, permiten disfrutar de diversidad en gastronomía, paisajes y actividades tradicionales, en diferentes épocas del año.

En El Quinche están las tradicionales caminatas para visitar a la Virgen en noviembre, en Guayllabamba el zoológico más cercano a la capital, en el que se puede observar al ave andina más representativa: el cóndor (kuntuk, en kichwa).

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Alangasí con sus diablos, una tradición que se desarrolla en abril por Semana Santa. Pifo, rodeado de páramos en los que se puede acampar, pescar y hacer otros deportes.

Si la intención es variar el frío clima de Quito, a minutos quedan los valles, allí las parroquias de Cumbayá, Tumbaco y La Merced, con complejos de aguas termales, en Los Chillos. Por el lado noroccidental también el clima es cálido: Nangal, Pacto, Nanegal, Nanegalito y otros con cascadas, ríos y paisajes únicos que invitan a hacer senderismo y rafting. (I)