La madera es su lienzo. El pirograbador, su pincel encendido. Su casa, en Brasil y la 23, su taller. El local número 117 del Mercado Artesanal de Guayaquil, su sala de exposición y ventas.

William García Álava, de 65 años, se considera un montuvio manabita que ama a Guayaquil, su ciudad. Aunque nació en Calceta y hace 47 años reside en nuestra urbe. “Yo soy de nacimiento manaba y de corazón guayaquileño, porque esta ciudad me abrió las puertas”, sostiene.

Cree que su arte lo heredó de su padre, ebanista de oficio, quien cuando él era tan solo un niño en Calceta utilizando herramientas rústicas hacía banquitos, mesas y hasta casas.

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Emigró de joven porque su meta era estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Estatal. Pero solo estudió medio año. Y es que ciertos días, ese joven manabita no tenía ni para pagar el bus y asistir a la universidad, evoca en su taller, ubicado al lado de su casa, y rodeado por una gran cantidad de retazos de caña, guayacán, roble, fernansánchez y diversos tipos de maderas, aunque cuando se inició grababa motivos decorativos empleando como soporte playwood. Ahora la materia prima de sus piezas artesanales y creativas la consigue a bajo precio en aserríos y depósitos.

Esa mañana, en su taller, rodeado por sus herramientas de trabajo, artesanías de varios tipos de madera, formas diversas y listas para recibir en su piel: dibujos y frases, García manifiesta: “Recuerdo que en una entrevista Tania Tinoco dijo: William García vino de Manabí con su equipaje cargado de ilusiones. Desde entonces me dediqué a hacer dibujos, practicar diversos tipos de letras, algunos me apoyaban, eso me inclinó por el arte. Le fui cogiendo cariño hasta el día de hoy que estoy dedicado de lleno al arte, aunque mis ilusiones de estudiar se quedaron frustradas no me arrepiento de haber seguido esta rama. Recuerdo cuando me preguntaban: ¿señor, qué va a hacer con esos palitos? Yo le decía: trabajar y seguir trabajando”.

Cuenta que una señora le enseñó la técnica del pirograbado. La creatividad es suya y considera que el principal sello de autenticidad de su trabajo es su letra. “Algunos me dicen: tal pieza es tu trabajo porque yo conozco tu letra. Así fui creando la mayoría de mis obras, que son creaciones propias. Otros copiaban mis artesanías, aunque siempre mi sello es mi tipo de letra manuscrita”, afirma.

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Arte al fuego
Sobre un mesón de su taller, William todos los días de la semana trabaja a partir de las siete de la mañana. Su esposa, María Victoria González, es la encargada de atender el local Pirograbados Wilmer, del Mercado Artesanal de Guayaquil.

Me informa que su máquina de pirograbado se la hizo un ingeniero electrónico, según sus indicaciones. “Es una máquina sencilla. Algunas personas, señoras, me han solicitado una máquina así para hacer arte por hobby”, recalca.

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Mientras conversamos, él sobre pequeñas piezas de madera rústica unidas por una soga graba a fuego frases bíblicas como: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley. Saúl 5:22-23”.

Cuenta que actualmente le encargan diversos formatos de obras: recuerdos de eventos, adornos para decorar casas, oficinas, negocios, llaveros, tarjeteros, etc. Las piezas más baratas son los llaveros: $ 1 y $ 1,50. Otras piezas llegan a costar $ 10. También realiza letreros de gran formato que llegan a costar $ 200, porque requieren bastante tiempo entre el cortado de la madera a la labor de quemado, indica. También lo contratan para decorar casas de campo, playeras y hosterías. Y durante las fiestas navideñas le encargan nacimientos.

García es conocido como el Rey del pirograbado. “Así me bautizó Armando Romero Rodas, de radio Cristal, años atrás cuando yo exhibía en la Feria de Durán y le hice un presente de mi obra. Al otro día en las noticias me bautizó como el Rey del pirograbado”, recuerda. Desde entonces, William García reina a fuego creativo con su arte sobre madera rústica. (I)