Al exsacerdote César Augusto Cordero Moscoso literalmente lo bajaron del altar. La denuncia de un hombre de 63 años que aseguró que cuando era un niño sufrió abuso sexual de parte del cura provocó su expulsión de la Iglesia: El Vaticano determinó “dimisión del estado clerical de manera permanente y perpetua”. Cordero fue notificado el pasado jueves y sobre él pesan otras cinco acusaciones que la Fiscalía del Azuay investiga en el ámbito penal.

Su imagen era conocida, respetada y poco cuestionada. En Cuenca creó las escuelas Elena Moscoso y Arzobispo Serrano, la Universidad Católica de Cuenca con sus extensiones en Cañar y Morona Santiago; además erigió la basílica menor de la Santísima Trinidad.

Fundó e impulsó medios de comunicación como el canal Telecuenca y la radio Ondas Cañaris. La fundación que lleva su nombre es coorganizadora del tradicional Pase del Niño Viajero en Cuenca desde el 2007.

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César Cordero incluso inspiraba festivales poéticos, muestras fotográficas y homenajes.

Su imperio educativo recibió al inicio cuestionamientos debido a dudas en el manejo de fondos, como las de la Sociedad de Obreros La Salle, fundada por Víctor J. Cuesta, y de la que fue su director espiritual en la década de los años sesenta.

Manuel Vallejo, expresidente del Colegio de Periodistas del Azuay, halló en el archivo que heredó de su padre, que fue socio, oficios en los que evidenciaba malestar. En uno dirigido a Guillermo Freile Posso, representante de la FAE en la Junta Militar, pedían que intercediera ante las autoridades religiosas para que “encaucen la labor del desorientado presbítero”.

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En el documento del 19 de diciembre de 1964 se asegura que Cordero “ha malversado fondos institucionales empleándolos en distintas modalidades como la de la educación católica”.

Diario El Mercurio luego publicó La verdad desnuda del problema de La Salle. Allí se lee: “Únicamente nos oponemos a que estas instituciones, todo lo benéficas que se quiera, sean sostenidas en gran parte con nuestros humildes fondos”.

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Vallejo anota que la escuela Miguel Ortiz se llama así en honor a un expresidente de la Sociedad que, según el documento, entregó en su calidad de expresidente 230.000 sucres.

En la puerta de la basílica menor había un monumento de Cordero de dos metros de altura, en el poliforo su nombre se leía en enormes letras blancas y sus cuadros constaban en todos los centros que creó.

Cuando Jorge Palacios hizo la primera denuncia de abuso sexual, la Universidad Católica respaldó a Cordero. “No existe proceso penal, ni sentencia ejecutoriada que haya determinado la culpabilidad por lo que prevalece la presunción de inocencia”, citó el directivo Aníbal Robles, el 20 de abril.

Pero el 30 de mayo, el Consejo Universitario cedió a la presión social y todo lo relacionado con Cordero fue retirado, incluido el monumento. El rector Enrique Pozo dijo que buscaban “resguardar la integridad de la comunidad educativa”, incluso se le despojó del título de rector honorífico.

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Fernando Vega, quien sirvió como sacerdote en la Arquidiócesis de Cuenca por 34 años, recuerda que Cordero discrepaba con el arzobispo Luis Alberto Luna Tobar (+) por no acceder a sus peticiones religiosas e institucionales. Dice que utilizaba sus medios de comunicación para generar “oposición feroz y frontal sin ningún rubor”.

Vega recuerda que Cordero creó su propio feudo eclesiástico basado en su poder y se alejó de la Iglesia cuencana. “Los cuencanos le bajaron del altar, del altar humano, porque su perfil no era el de la santidad, sino del poder”, comenta.

Cordero tiene hoy 91 años y vive en el hospital universitario católico que edificó, por su delicado estado. En su única declaración pública dijo ser inocente. “A mí me parece que en el tema de los abusos se da una cierta complicidad puesto que aquel que quiere mantenerse íntegro no permite que el abuso tenga lugar”, manifestó.

Recibió reconocimientos al mérito educativo otorgados incluso por el Congreso Nacional cuando era presidido por una cuencana. Estaba por conseguir la presea Santa Ana de los Ríos de Cuenca, la máxima que entrega el Concejo Cantonal a una persona por sus “trascendentales servicios a la ciudad”, sin embargo, la denuncia de un hombre de 63 años desmoronó su castillo y su imagen. (I)