Muchos son los vecinos de nuestra querida ciudad que no han podido escapar a la tentación de consumir un provocativo maduro asado, que desde un modesto y tradicional brasero colocado en alguna esquina de cualquier barriada porteña deja escapar su característico olor e invita al transeúnte a consumirlo de inmediato, acompañado de un buen trozo de queso criollo.

Esta antigua costumbre guayaquileña de comer plátanos verdes o maduros asados a la brasa y siendo parte de tradicionales platillos como el arroz con menestra, los moros de distintos granos, la carne y el pescado frito, etcétera, salió del hogar a la calle y se convirtió en un oficio u ocupación que ayuda al sustento diario de numerosas familias de escasos recursos económicos.

Hasta hace pocos años el negocio parecía estar reservado solo para los comerciantes costeños, pero actualmente la actividad la ejercen numerosos compatriotas interioranos, que abandonaron los sitios de braseros fijos y adosaron los adminículos a pequeñas carretillas que movilizan rápidamente en busca de clientela o para escapar del control de los policías municipales.

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Con la regeneración urbana los puestos retrocedieron del centro a calles y barrios con menos problemas; sin embargo, aún se observa a comerciantes que olvidan o desconocen las ordenanzas y se ubican con sus negocios por la Universidad de Guayaquil, Mercado Central, parque de La Victoria, Seguro Social y cerca de oficinas del norte de la urbe con llamativos edificios.

Pero quien gusta del producto, busca la oportunidad de saborearlo mientras añora cuando su abuela o mamá lo preparaban en su casa. Y si antes el vendedor, que lo encontraba en cualquier lado, entregaba el maduro asado en la misma cáscara del plátano o en trozos de papel de despacho o periódico blanco, ahora, a la par con la modernidad, se lo ofrece por $ 0,75 e incluso en un dólar en una fundita plástica transparente o negra en la que también va un pedazo de queso… (I)

Guayaquil, evidente baluarte,/ inmortal rosa de los vientos,/ rebelde sangre,/ cielo rojo,/ ambiente sonoro,/ placidez grande.Franklin Barriga López, (latacungueño)