Esta popular preparación que fue ‘bebida espirituosa’ de consumo fugaz entre mucha gente, cuya juventud los sorprendió en las últimas cuatro décadas del siglo XX y la primera del XXI que ya quedó atrás, motiva remembranzas entre quienes por curiosidad e inexcusable ‘solidaridad de bohemia’ o novelería decidieron probarla.

Aunque hubo varios sitios que ofrecían el combinado de aguardiente o ‘puro’ con agua de coco y que el vecindario lo motejó como ‘agua loca’ –vaya a saber usted por qué–, el más conocido fue el ubicado en una covacha y amplio solar de Primero de Mayo y Los Ríos, en la zona del barrio del Salado.

Allá iban a comprarlo adultos, las ‘galladas’ cercanas, universitarios y colegiales de los últimos cursos, que alegres pero sin el dinero para bebidas costosas querían celebrar un acontecimiento con ‘agua loca’, después de hacer la ‘vaca’ entre justos y pecadores.

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Tal la popularidad del ‘agua loca’ que algunas fábricas de bebidas tuvieron que aplicar estrategias para que sus ventas no mermaran y sacaron al mercado productos baratos.

Novelistas y poetas populares mencionan en sus obras el producto, que también está registrado en el libro de la memoria guayaquileña.

Del Guayas a la orilla encantadora/, altiva se alza sin doblez ni miedo,/ la noble Guayaquil que con denuedo/ de humilde esclava se trocó en señora.Jerónimo Orión Llaguno (riosense)

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