“No me destruyó”, dice Jorge Palacios Barrera, el arquitecto cuencano de 64 años que el pasado abril rompió el silencio y señaló en público que el sacerdote cuencano César Cordero abusó de él cuando tenía 5 años. Su confesión generó un nuevo rumbo a sus días, con alegrías pero también con tristezas.

Según Palacios, los abusos persistieron durante sus nueve años en la escuela que fundó el sacerdote, que su vida transcurría bajo un velo que le impedía desarrollarse con normalidad. No obstante, en medio de la tormenta psicológica, formó un hogar y tuvo cuatro hijos.

Por trabajo se mudó a Quito. Su hermana María, que en 1983 se fue a vivir con él, notó que algo andaba mal. Jorge bebía alcohol en exceso y parecía no poder adaptarse a la sociedad.

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Hace diez años reveló el porqué de su actitud. Él estaba tomado y frente a su mamá y a su hermano Juan confesó su dolor. “Ahí empezamos a obtener respuestas”, dice María, quien asegura que cuando sus hijas eran pequeñas, Jorge las cuidaba al extremo. “Pasó del cariño natural a una obsesión para ver cosas donde no hay”, relata.

Jorge dice que fue proclive a buscar drogas, que para “ser feliz” fumaba marihuana, pero que hoy se siente aliviado y que espera ayudar a más personas a revelar los macabros secretos.

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Anhela que “jamás un niño sea abusado o mancillado”.

En las entrevistas que ofrece suelen acompañarlo familiares, entre ellos su hija Tatiana, que el 29 de mayo lideró en Cuenca la marcha para exigir respuestas a autoridades eclesiásticas y civiles sobre el abuso sexual a su papá y a otras víctimas. “Denunciamos ante la Conferencia Episcopal y no tuvimos respuestas, así como hubo autores, hubo encubridores”, menciona y exige sanciones.

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La Arquidiócesis de Cuenca ha recibido cinco denuncias de abuso sexual en contra de César Cordero. Solo dos víctimas han accedido a salir del anonimato. El primero fue Jorge Palacios y el segundo Marcelo Alvarado.

Marcelo estuvo en la marcha del 29 de mayo. Vestía una gorra negra, un pañuelo blanco sobre la boca y portaba un letrero que decía “Sobreviviente a la escuela del terror”. Dice que fue feliz hasta los 7 años de edad y desde entonces se destrozó.

Hoy tiene 64 años y sintió la necesidad de contar su historia. Asegura que César Cordero lo violó entre los 7 y 10 años, que con mentiras lo llevaba a su oficina para dizque enseñarle catecismo. Recuerda la manipulación de la que habría sido objeto cuando el sacerdote supuestamente le decía: “Tú eres el culpable, tú eres el pecador”.

Se calificó como “desadaptado social” y dijo que por eso nunca logró formar una familia, que vivió sumido en el alcohol hasta 1993. Afirma haber superado aquella enfermedad.

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Al haber hecho público su testimonio, ciudadanos se han acercado a ayudarlo, incluso un grupo religioso ofreció apoyarlo para que supere el rencor y perdone a César Cordero, porque siendo sacerdote este es un “representante de Dios en la Tierra” le habrían dicho.

Él se niega a perdonar a quien se valió de la investidura religiosa para acercarse y marcar de por vida a entonces niños inocentes. (I)