Nació en Cuenca, pero ha vivido y desarrollado su carrera en Quito. Desde hace 45 años, el artesano Mario Morocho convierte metales y piedras preciosas en creativas y originales piezas de joyería, con sus manos, un arte, afirma, que descubrió de manera informal.

“Mis joyas son muy diferentes a lo común, a lo muy brilloso, esto es más barroco lo que hago”, expresa Morocho, quien expone sus creaciones bajo el nombre Moroch, en la galería Ecuadart, en el hotel Oro Verde, en Guayaquil.

A través del fundido y vaciado de cera le da forma a la plata, que luego se convierte en llamativos pendientes, gargantillas, dijes, brazaletes, pulseras o collares. “Primero se hace un diseño en cera, luego entra a centrífuga, pero para entrar ahí debe pasar por un yeso, en un cilindro y eso se quema”, explica Morocho.

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Plata y piedras preciosas y semipreciosas, como esmeraldas, brillantes, perlas, zafiro azul y rubí, son parte de los materiales que regularmente emplea en cada uno de sus diseños.

“No me he dedicado a un solo tipo de diseño, los he variado mucho y he hecho de todas formas, un poco abstractas y soy la única persona de mi familia que se ha dedicado a esta profesión, desde que la aprendí en Quito, cuando me mudé allá e iba de taller en taller”, relata.

Morocho, de 69 años, sostiene también que la elaboración de cada pieza, según la complejidad de su forma, varía entre una a dos semanas.

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La gestora cultural y artista Madeleine Hollander cuenta que desde hace cuatro años conoció a Morocho, quien la buscó para que conociera de cerca el trabajo que realizaba y lo ayudara a encontrar el espacio para exponer sus diseños.

“Yo le envié un mensaje y una foto y quería que ella descubriera lo que hacía, no conocía a nadie y ella me dio la oportunidad. Desde entonces mi trabajo lo llevan también turistas nacionales y extranjeros”, cuenta Morocho. (I)