Así son los efectos de las drogas en los barrios en Guayaquil

El Gobierno ha expuesto su preocupación por la problemática de las drogas y dispuso llegar a un acuerdo nacional para modificar polémica tabla. La afectación de estas sustancias está en cada barrio y sector de Guayaquil, hay decenas de historias y aquí publicamos seis de ellas. Raúl, de 17 años ‘Lo más bajo que he hecho ha sido robarle a mi familia’ “Yo mismo me dañé, porque le acepté a mi mujer un ‘pase’ de hache. Desde ahí no puedo dejarlo”, cuenta Raúl, de 17 años, cubriéndose el rostro con la gorra, sentado en una vereda de la cooperativa San Francisco 1, noroeste de Guayaquil. Empezó hace dos años en ese vicio que lo ha llevado a robar los enseres de su casa. Junto con su hermano, que fue encadenado voluntariamente para que se alejara de ese mundo y una semana después se escapó, se llevaron hasta las sillas plásticas.A la sala solo le quedan una mesa plástica y dos sillas, y los dormitorios están con candado para evitar que vendan la ropa, revela el padre de los menores, Ignacio, quien está en busca de fundaciones para internarlos. Le confirmaron la ayuda para uno de sus hijos, el mayor, el que ahora deambula como indigente por el sector. Ya no quiere regresar a la casa. (I) Michelle, de 18 años ‘La droga fue mi escape; hoy es mi condena’ Una blusa y un pantalón corto dejan al descubierto la delgadez de Michelle, de 18 años. Camina en forma pausada por los exteriores del parque Centenario, centro de Guayaquil, con la mirada perdida. Son los efectos de la droga hache, sustancia compuesta por heroína y otros químicos. Ella dice que la consume desde hace un año y medio.La ruptura sentimental con su pareja, debido a continuos maltratos físicos, la hizo caer en depresión. La droga fue su ‘escape’ y hoy es su condena, lo admite una hora después de haber inhalado dos ‘pases’. Ha intentado apartarse, pero no puede porque le da la ‘mona’, como llaman a los síntomas del síndrome de abstinencia.No ha buscado ayuda, pero sí quiere rehabilitarse con su hermana gemela, quien también es adicta. Ambas quieren cambiar por sus hijos, pero se sienten atrapadas por el vicio. (I) Jandry, de 23 años ‘Me aplastó, pero ya quiero recuperarme’ Teresa, madre de Jandry, no puede dormir en las noches. Junto a su cama pide a Dios, entre lágrimas, obrar en su hijo, de 23 años, para que salga del abismo en el que cayó hace cinco años. Todas las noches, afirma, él sale de su vivienda, en la cooperativa San Francisco 1, y regresa la mañana siguiente. “Siento impotencia porque no puedo hacer nada, aquí está perdido, venden droga por todos lados”, expresa la madre.Jandry reconoce que lo “aplastó”. Se muestra arrepentido por haber dejado sus estudios y tiene aspiraciones de recuperarse y recuperar su vida. Quiere ir a un centro de rehabilitación, pero su familia no tiene los recursos. Su madre ha buscado ayuda en fundaciones para internarlo y en una de estas le confirmaron una beca en un centro privado. Está a la espera del día en que pueda llevarlo; él está dispuesto. (I) Darwin, de 21 años ‘Las drogas me están consumiendo’ A los 15 años, un amigo lo invitó a ‘vacilar’ a una fiesta y allí probó las drogas. Ya son seis años los que lleva en el vicio y por cuatro veces logró parar, la última vez fue por un año. Pero recayó luego de separarse de su pareja y alejarse de su pequeño hijo, cuenta Darwin, sentado en una esquina de Cisne 2, a una cuadra de su casa, con su mirada fija en las manos.Abría y cerraba un papel, que horas antes contenía ‘plop, plop’, un polvo blanco compuesto por base de cocaína y otra sustancia. En su bolsillo tenía un ‘pase’ y una funda con los residuos de un polvo café, la hache. Él la consigue con su trabajo o robando en la calle, pero no a su familia, sostiene. “Trabajo en lo que me salga, en construcción o en ebanistería, con eso ayudo a mi mamá y me queda para mi vicio”, expresa el joven que reconoce que las drogas lo están consumiendo. (I) Charles, de 25 años ‘Yo quiero cambiar, pero solo no puedo; necesito internarme’ Las piernas le tiemblan, las mueve sin cesar, mientras arregla una mochila. Está ansioso porque ya le toca otra dosis. Dos horas antes había consumido dos ‘huecos’, como también llaman a los ‘pases’ de hache.Ya son ocho años los que vive en una fantasía oscura provocada por esa sustancia que es 85% adictiva (la heroína); y desde el 2014 se han multiplicado casos, lo dice porque ha leído sobre el mal que lo está consumiendo de a poco.Por eso quiere dejarlo. Incluso fue con su madre a un centro de salud para las citas con un psicólogo, pero no vio mejoría. “Con charlas no me voy a curar, quiero rehabilitarme encerrado”, asevera el joven, delgado, con los pómulos pronunciados, que no para de mover las extremidades. Él trabaja en la zapatería de sus padres, pero cada dos horas se pierde para consumir y luego regresa. (I) Fiorella, de 14 años ‘Busqué ayuda y ya llevo un año limpia’ La muerte de su abuelo, al que consideraba como su padre, y la ‘mala’ relación con su madre y hermanas habrían sido las causas para que Fiorella aceptara inhalar hache cuando tenía 12 años. “Decidí escapar de esa tristeza. Preferí consumir que hablar con mi mamá, me hice adicta y comencé a robar a mi familia para drogarme”, comenta la joven que buscó ayuda por pedido de su madre, en un grupo de Narcóticos Anónimos que se reúne en la radio La Voz de María, la cual tiene un programa juvenil que promueve la prevención de esta problemática de salud.Inhalaba doce ‘pases’ al día y aunque a veces le invaden las ganas de volver a hacerlo, se muestra fuerte al decir no, porque ahora siente el amor de su familia. Ya lleva un año limpia, pero ve con tristeza cómo dos amigas, embarazada y con bebé en brazos, aún consumen. (I)

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