Recuerda que hace seis años, a los pocos meses de haber llegado desde Italia a Guayaquil, su primera Navidad la pasó en la cárcel de mujeres. Ahí ayudó a las reclusas y a sus hijos a preparar la fiesta. Pero también recuerda cada historia que esas mujeres privadas de la libertad le contaron y que ella palpó a través de sus hijos, los pequeños que se ven obligados a estar encerrados con sus madres.