Recuerda que cuando bajó del avión de Lan Chile, en 1974, Guayaquil era un horno. Luego, en las calles, le llamó la atención el desorden, el ruido, pero sobre todo el colorido, pero no le molestó, le encantó porque había alegría, confiesa Marina Paolinelli, quien lleva más de 20 años en el departamento de Difusión Cultural de la Universidad Católica, ahora adscrito a la Facultad de Arte y Pedagogía.