Carlos Castillo era un conocido comerciante de ropa y zapatillas en el Nobol de 1970, cuando no cumplía 30 años. Llegaba de Guayaquil. Recorría cantones a lo largo de la vía a El Empalme y en tierra noboleña se ligó a los católicos que tramitaban que los restos de la entonces beata Narcisa de Jesús reposen en su cantón de origen.











