La lista tiene 53 páginas. En ella constan nombres, números de cédula, áreas de estudio, universidades, países, y correos y teléfonos de contacto. Se trata de los becarios de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) que, según la institución, ya retornaron al país.

En el registro, que se puede descargar de su web, aparecen 911 estudiantes de pregrado y posgrado que se graduaron tanto fuera como dentro del país financiados por el régimen o por la cooperación internacional.

No obstante, dicha cifra no concuerda con la que dio el vicepresidente Jorge Glas en el enlace del 4 de enero. Al criticar una nota periodística, anunció que de los 10.000 becarios (dinero que se entregó entre el 2008 y el 2014), 2.816 ya habían regresado. Pero no especificó cuántos ya tenían empleo.

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EL UNIVERSO hizo un sondeo a 40 personas de varias ciudades que están en dicho listado para conocer su situación laboral.

La mayoría cuenta que, antes de regresar, hizo contactos con empresas o instituciones para “asegurarse su empleo”, a pesar de que existe un Programa de Reinserción Laboral dirigido por el Instituto Nacional de la Meritocracia (INM) que, según la página web de esta institución, “garantiza un espacio laboral para los becarios”.

En ese caso están, entre otros, Christian Armijos Paladines, quien hizo una maestría en Energías Solar Fotovoltaica en España y ahora trabaja como técnico en la Universidad de Yachay.

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También Diego Sigüenza Alvarado que, tras estudiar en Reino Unido, ahora labora en el Centro de Energías Renovables y Alternativas de la Espol.

Andrea Gallardo Buendía, en cambio, se especializó en Enseñanza de Matemáticas en Estados Unidos y ahora da clases en la Unidad Educativa Albert Einstein de Quito.

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Del total de entrevistados, un 47,5 % trabaja en el sector público, mientras que un 27,5 % se colocó en empresas privadas. Un 10 % no citó su lugar de trabajo.

Algunos de los chicos de la lista tuvieron que conseguir auspiciantes para acceder a la beca, ya que era un requisito de los primeros programas. Por ende, a su retorno, ingresaban a trabajar en ellas.

Los jóvenes explican que el contrato que firmaron los obliga a regresar al país al final de sus estudios para la “etapa de compensación” que dura el doble del tiempo de la beca y que se inicia dos meses después de concluido el programa. Si no, deben pagarle al Estado.

Solo uno de los entrevistados no tiene empleo. Joaquín Villamar Jorgge asegura que montará su propio negocio. En diciembre pasado regresó de Holanda, donde cursó su maestría en Ingeniería Biomédica.

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Pero en el registro del portal de la Senescyt hay algunas inconsistencias. Tal es el caso de Adriana López Mosquera, quien consta en la lista, pero afirma que no fue becaria. Ella hizo una maestría en Rusia, pero dice que la financió con un crédito del Instituto Ecuatoriano de Créditos y Becas (IECE), que aún está pagando.

EL UNIVERSO pidió información a la Senescyt sobre la situación laboral de los becarios, pero hasta el cierre de la edición no hubo respuesta. (I)

Cuando regresé quise emprender mi propia empresa, pero desistí porque no estaba funcionando. Pasó un año más o menos y entré a trabajar en Yachay”.Christian Armijos Becario