HAN HECHO de SU CUERPO una herramienta de trabajo y del baile erótico su fuente de ingresos. Son los strippers, que dedican tiempo y esmero a mantener sus figuras con dietas y estrictas rutinas de ejercicio que los mantienen horas en el gimnasio.

Su desempeño en el baile y la seducción se miden cuando son contratados en discotecas, bares, fiestas y despedidas de soltería, en donde al son de la música van despojándose poco a poco de su ropa, en medio de la interacción con las frenéticas asistentes.

Más allá de su trabajo, tienen familia, problemas y aspiraciones. Además, deben lidiar con los prejuicios de ciertas personas. Pese a eso, consideran que en medio de un proceso lento, nuestra sociedad va aceptando la idea de ver su trabajo con tolerancia.

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Louis, un stripper retirado de 46 años, quien gozó del apogeo al ser uno de los más solicitados en su época, manifiesta que la mejor prueba del machismo y la falsa moral es la ausencia de lugares de diversión solo para mujeres.

‘Eran como 30 mujeres, no estaba nervioso, sabía a lo que me exponía’

Apenas cumplió la mayoría de edad, Gabriel Murillo entró a trabajar como ayudante en la desaparecida discoteca alternativa Vulcano. Mientras se desempeñaba como cajero fue despedido después de una semana del lugar.

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Ante la necesidad de empleo se presentó la propuesta de una clienta de la discoteca, quien le ofreció dinero a cambio de una presentación de baile frente a sus amigas en una fiesta. “Yo sabía bailar muy bien porque siempre lo hacía con mis amigos. A pesar de que eran como treinta mujeres no estaba nervioso porque yo sabía a lo que me exponía y por media hora me pagaron $ 50”, cuenta Gabriel, de 28 años.

Desde aquel momento se dio cuenta que cuidando su imagen y mejorando sus movimientos podía hacer de esta actividad una fuente de ingresos buena y constante. “Me hice conocer por las chicas y por recomendaciones llegué otra vez a la discoteca donde me habían botado, pero esta vez fue para bailar”.

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De esta manera este joven se ha hecho conocido en Mondo, Plain Bar, Akbar, entre otros centros nocturnos del sector norte. Dice que no tiene tarjetas de presentación ni página web, pero está seguro que sus shows son su mejor promoción entre sus clientas, que lo contactan por medio del pin: 25D85F35 y en Facebook.

Está a cargo de su hija de 5 años y hace un mes formó su hogar con quien dice es su mujer ideal, y la hija de ella. Nunca ha ocultado su labor de stripper a su pareja e incluso la ha llevado a algunos de sus espectáculos. “Antes estaba solo con mi hija, cuando tenía presentaciones privadas me tocaba hablar con mis clientas para poderla dejar en un cuarto con la empleada de la casa donde me presentaba, mientras trabajaba”. Añade que su vida no ha sido fácil, pero que ahora siente estabilidad junto a su nueva familia.

Aunque ha recibido preparación como instructor físico y nutricionista, por el momento se desempeña solo como stripper, trabajo que le deja el tiempo y el dinero suficiente para estar bien con los suyos.

“Tengo muchos contratos dentro y fuera de la ciudad, me preparo pero también soy espontáneo. Sé que esto será por poco tiempo y aprovecho para juntar dinero y no ser empleado de nadie”, manifiesta Gabriel.

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‘Esta es una escuela de vida donde se aprende’

A los 16 años Armando estaba consciente de sus atributos físicos y destreza en el baile. Un amigo con mayor experiencia fue quien lo enrumbó en las presentaciones entre las luces y poca ropa. Él confiesa que a pesar de su timidez inicial poco a poco fue adquiriendo la soltura necesaria para este tipo de actividades.

Este morador de Acuarela del Río se graduó como Contador Público Autorizado (CPA) en la Universidad Laica. Pese a los años invertidos en esta carrera no ejerce porque, según indica, eso le demandaría mucho tiempo y tendría que dejar alguna de sus actividades que le generan buenos ingresos como preparador físico y personal trainer, además de stripper.

A sus 30 años mantiene la custodia de su hijo de 4 años, a quien asegura dedica la mejor parte de su tiempo. “Voy a dejarlo y a recogerlo de la escuela, comemos juntos, le ayudo con sus tareas y salimos a pasear. Lamentablemente la mamá no puede tenerlo, pero yo me preocupo de darle todo mi amor y lo que él necesita”, dice. Asegura que su tiempo lo tiene bien distribuido.

Es preparador físico en un gimnasio y ha participado como competidor físico en la Federación Deportiva del Guayas en la categoría de 75 kg. Hace algunos años fue Míster Guayaquil y Míster Ecuador y actualmente dedica parte de la mañana y la noche a sus alumnos en su labor de trainer.

“En el gimnasio tengo alumnos que entreno en diferentes horarios, lo que me da facilidad de tener el tiempo compartido para mi hijo y mi trabajo”.

Por lo regular los contratos para presentaciones como stripper surgen los fines de semana en las noches, pero no representan complicación, pues sus padres, con quienes vive, le ayudan con el cuidado del pequeño. A pesar de eso, Armando cuenta que al principio ellos no tenían una buena opinión de su trabajo, sin embargo, en la actualidad respetan su decisión y no intervienen en sus labores, a pesar de que aún conservan su posición.

Se considera un profesional que se mantiene al día en cuidados con una alimentación balanceada y entrenamiento diario, promociona su show en el blog zonacalienteguayaca.blogspot.com. “Esta es una escuela de la vida donde cada día se aprende de uno mismo y de los demás. Sé, que como todo, esto tiene un tope, porque la juventud se acaba, así que tengo programado un pequeño negocio propio”.

‘Siguen llamando, pero ese tiempo pasó, estoy en otra etapa de mi vida’

Luego de ser elegido en una convocatoria que buscaba jóvenes con aptitudes para el baile en varios gimnasios de la ciudad, en 1997 Louis formó parte de un grupo que realizaba presentaciones de coreografías en lugares privados y públicos como en el centro comercial Albán Borja.

Después de un tiempo se separó del grupo y llegó a convertirse en uno de los primeros strippers solistas del medio, en aquella época.

Con 46 años aún conserva la figura atlética de uno de 20. Louis cuenta que en aquel entonces era un enigma para la gente ver este tipo de espectáculos, a diferencia de ahora que poco a poco va teniendo acogida en la sociedad.

Pese a eso, él refiere que siempre estuvo consciente de que en algún momento se tendría que alejar de ese mundo. Ya lleva cinco años desde que dejó de ser stripper.

“Aún hasta hace dos meses recibía llamadas de clientas que pedían que hiciera shows, pero ese tiempo ya pasó y ahora estoy en otra etapa de mi vida, más espiritual. No lo volvería a hacer porque Dios no ve con buenos ojos eso”, expresa Louis, quien relata que lo que vivió por tantos años le costó tiempo valioso con su familia. “En un ambiente tan denso como el de los bailes eróticos, era imposible no tener tentaciones y peligros, pero lo importante es ser profesional y saber cuidarse”.

No niega haber conocido en sus años de experiencia a muchos chicos que se prostituían y lamenta aquello, asegurando que de esa manera ellos perdían credibilidad.

“La única forma para haberme mantenido en el medio por muchos años fue captar la aceptación solo con shows profesionales que incluían desde el cuidado personal, elección de la música y vestuario hasta el no confundir que tu clienta permitiese algo para abusar de eso”, dice Louis, padre de tres hijos.

“Yo me cuidaba mucho por mi familia y porque era mi trabajo del que dependía también. Sé que ahora soy bien recordado por eso, porque siempre fui muy profesional”.

A pesar de eso, no es un trabajo que recomendaría a otros por los riesgos que implica. Aconseja que si la persona se involucra debe ser netamente en lo laboral, manteniendo el misterio de un verdadero baile sensual que no incluye ir más allá de ser solo eso, un baile.