Cuando el equipo de Howard Carter finalmente abrió el ataúd interno de Tutankamón en 1925, se encontró con un problema. El cuerpo del faraón estaba fundido al féretro por una sustancia negra parecida al alquitrán que se había vertido sobre las envolturas durante el entierro para protegerlo de la descomposición.

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Carter describió el cadáver como “firmemente pegado” y dijo que ninguna fuerza legítima podría liberarlo. Expusieron el ataúd al calor del sol para ablandar la resina. No funcionó. Entonces usaron cuchillos calientes y fuerza bruta, separando la cabeza y la máscara funeraria del cuerpo en el proceso, precisa Live Science.

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Desmembramiento del cuerpo de Tutankamón

Lo que siguió a uno de los descubrimientos egipcios más famosos fue devastador. Tutankamón quedó decapitado, con los brazos separados a la altura de los hombros, codos y manos, las piernas cortadas en las caderas, rodillas y tobillos, y el torso seccionado desde la pelvis.

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Después pegaron los restos con cola para simular un cuerpo intacto, una reconstrucción macabra que escondió la violencia del procedimiento.

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La egiptóloga Joyce Tyldesley señala que esta destrucción está llamativamente ausente del relato público de Carter sobre la autopsia y tampoco aparece en sus registros privados de excavación, disponibles en el Instituto Griffith de la Universidad de Oxford.

Tyldesley menciona que el silencio de Carter puede reflejar un encubrimiento deliberado o un intento respetuoso de preservar la dignidad del rey muerto.

Las omisiones de Carter quedaron documentadas en las fotografías de Harry Burton, el fotógrafo arqueológico del proyecto. En algunas imágenes, el cráneo de Tutankamón aparece empalado visiblemente para mantenerlo erguido durante la sesión fotográfica.

Estas fotos contrastan brutalmente con la imagen que Carter eligió para el segundo volumen de su obra sobre las excavaciones, publicada en 1927, donde la cabeza del faraón aparece envuelta en tela y oculta la columna vertebral cortada.

El 11 de noviembre de 2025 se cumplieron 100 años desde que los arqueólogos examinaron los restos momificados de Tutankamón, un evento que Carter llamó en su diario “un gran día en la historia de la arqueología”, aunque la evidencia de archivo expone algo mucho más complicado moralmente.

(I)

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