Dos parejas viven en un par de islas deshabitadas de Croacia. Hoy, conoceremos cómo son sus días desde hace unas dos décadas. Una llegó por razones médicas, para que su niño superara los ataques de asma. Decidieron dejar la ciudad para mudarse a una isla pequeña.

El doctor había recomendado que llevaran al menor a un lugar cercano a la naturaleza.

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Así nació la idea de vivir en una isla. Antes, en la isla había unas 50 personas, pero hoy solo quedan dos. Ellos son los Kohl: Werner y su esposa Ana, quienes llevan 20 años radicados en la pequeña Mali Srakane, de Croacia.

El Mar Adriático le haría bien al niño. Era lo que importaba. Por él, y su salud, pronto resolverían cómo sería estar en “un ambiente relajado” rodeado de naturaleza virgen.

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En la isla Mali Srakane “no hay coches, tiendas, cafeterías ni restaurantes, ni agua”, destaca el site Dalmacija Danas.

“El sonido más urbano es el de las campanas de la iglesia”, que retumban puntualmente en dos ocasiones; en julio en ocasión de la festividad de la Virgen del Carmen -Nuestra Señora del Monte Carmelo- y en situaciones de emergencia para avisar a los habitantes de la isla vecina, Veli Srakane, agregan en AS.

De ese espacio, a Ana y a Werner les llamó la atención la isla porque era rica… había verduras, vino, verduras. Creo que vinimos en una época en la que todavía había vida de verdad, la vida a la antigua usanza”.

Cuando llegaron a la isla, recuerdan, “todos se alegraban de que hubiera jóvenes. Ahora somos los únicos”.

“Uno se tranquiliza”

Veli Srakane es la isla vecina y, a diferencia de Mali Srakane, en esta viven 3 personas.

“Llevamos aquí unos 20 años y uno simplemente se tranquiliza. Tenemos nuestro propio ritmo”, señala Igor Rukavina, quien con Blanka, su pareja, vive en Veli Srakani.

El tercer poblador de la isla es Dubravko Balenović, a quien presentan como un “un pescador submarino“.

Igor está a gusto en Veli Srakane… “Tienes esa vida sin estrés”, comenta.

Que le asomen la posibilidad de ir a la ciudad lo agobia.

“Para nosotros, ir a la ciudad es un problema mayor. El ruido, las multitudes, todos tocando la bocina”, indica.

En Veki Srakane, durante la década de 1950, vivían cerca de cien personas. Se dedicaban a la pesca, la agricultura y la ganadería.

Igor destaca que en ese pequeño territorio la “tierra es fantástica”. Dice a Dalmaci Jadanas que este año enfrentan una dura sequía.

Lamenta que, por esa circunstancia, no sea posible “mantener la fruta”. Resalta que la sandía requiere mucha agua.

La inusual isla con doble “nacionalidad”: de febrero a julio es de España, el resto del año es de Francia

En estos meses, Igor y Blanka han cosechado tomates, pimientos y judías.

Blanka, quien va camino a las dos décadas en una isla deshabitada, vive en una suerte de carrera contra el tiempo. Afirma: “Llegué aquí a los 42, pero aún no creo haber hecho todo lo que quería en mi vida. Cada día, al despertar, piensas en lo que vas a hacer y te das prisa. Los días vuelan y no puedo creer que el año que viene cumpliré 60”. (I)

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