El auge de los modelos de inteligencia artificial, como los sistemas de lenguaje grandes, pueden verse como algo inofensivo. Sin embargo, detrás de cada respuesta existe una cadena de impactos ambientales y sociales de los que no se suele hablar.

Desde la extracción de minerales en territorios vulnerables hasta el uso intensivo de recursos naturales, la tecnología que hoy es usada en la cotidianidad, puede estar sostenida por realidades profundamente injustas.

Publicidad

De acuerdo a Live Science, uno de los mayores costos ocultos está en la minería de tierras raras, que son esenciales para fabricar los chips que impulsan la IA. Estos minerales son difíciles de obtener, por lo que su extracción depende en gran medida, de países como China, que domina la producción global.

Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Yale sostiene que muchos minerales críticos, como el litio o el cobalto, que son indispensables para almacenar y procesar información, se encuentran en zonas devastadas por conflictos, tales como Ucrania o regiones controladas por Rusia, incluso en países como la República Democrática del Congo, donde la explotación minera está estrechamente relacionada con redes de dominación económica y control extranjero.

Publicidad

Más allá del daño ambiental, el impacto social

Las condiciones laborales asociadas a esta extracción son alarmantes. En varias minas se produce la minería artesanal, que es un término que suele ocultar trabajo infantil y prácticas peligrosas donde niños y adultos extraen minerales con sus propias manos, sin protección y expuestos a sustancias tóxicas.

Lo extraído se mezcla después con minerales de origen industrial imposibilitando su trazabilidad y escondiendo la explotación detrás de la cadena de suministro tecnológica.

Al crecer la presión ante la demanda global de IA, incrementa la amenaza de reproducir la conocida “maldición de los recursos”, que se refiere a regiones que aportan materia prima pero padecen pobreza, degradación ambiental y dependencia económica, por lo que su contribución sostiene industrias digitales millonarias, mientras se mantienen en ciclos de explotación similares a los vividos con el petróleo o los diamantes.

Luego de extraer y procesar los minerales, el impacto persiste, y es que los modelos de IA necesitan entrenamiento humano, muchas veces realizado por trabajadores temporales en países de bajos ingresos, expuestos a contenido violento o pornográfico, que puede causar traumas.

Una vez funcionando, estos sistemas necesitan grandes centros de datos que consumen enormes cantidades de energía y agua, lo que redefine sistemas y usos del suelo, planteando un debate incómodo acerca de si la sociedad realmente necesita usar la IA.

(I)

Te recomendamos estas noticias