Al llegar a cierta edad los cambios no solo se acentúan en la apariencia física. Después de los 60 años, se comienza a notar lo que algunos llaman “voz vieja”. Aunque puede parecer un simple efecto del paso del tiempo, detrás de estos cambios también puede haber algo más serio.
Valéria Holpert, una otorrinolaringóloga y foniatra del Centro de Otorrinolaringología, Nariz y Garganta, consultada por el portal Femina, recuerda que los cambios que ocurren en la voz no siempre son solo parte del envejecimiento natural.
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Problemas de salud asociados a la “voz vieja”
Si bien es verdad que a medida que se envejece, los músculos, la capacidad pulmonar y cuerdas vocales sufren cambios, lo cual es completamente normal, las alteraciones permanentes e inusuales en la voz podrían ser una señal de que algo no está bien.
La famosa “voz vieja” suele aparecer a raíz de varios factores, como la disminución de la capacidad pulmonar y la función cardíaca, que provoca que los músculos de las cuerdas vocales se vuelvan menos eficientes.
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Esto, combinado con el desgaste de los tejidos, hace que la voz se vuelva más entrecortada y débil. Además, la respiración se torna irregular y eso afecta cómo suena la voz.
Pero eso no es todo, Holpert señala que el uso de medicamentos para diversas dolencias de la edad, pueden influir en estos cambios vocales.
Adicionalmente, enfermedades de la tiroides, obesidad, la hipertensión arterial, las enfermedades cerebrovasculares, las enfermedades reumatológicas y neurológicas (por ejemplo, la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer) o las condiciones psicológicas también están asociadas a los cambios en la voz
Aunque es normal notar algunos cambios en la voz a medida que se avanza en edad, hay que estar atentos.
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Desde el portal antes citado mencionan que si sienten que la voz cambia de manera abrupta, como por ejemplo ronquera persistente, cambios en el tono o fatiga, es momento de hablar con un especialista.
No hay que dejar que el envejecimiento de la voz se convierta en una justificación para ignorar posibles problemas de salud.
(I)